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El poblado turístico de Engelberg cura sus heridas

Un socorrista por fin puede utilizar su móvil para coordinar la ayuda. swissinfo.ch

Víctima de las intemperies, la célebre estación del semicantón de Obwald sale de su pesadilla al ritmo que el clima y los caprichos del río Aa lo permiten.

Las autoridades de Engelberg invitan a los turistas a dejar el pueblo por aire. Ninguno de ellos será recibido sino hasta en invierno próximo. swissinfo in situ.

La llegada por helicóptero a Engelberg ofrece una visión global y apocalíptica de la célebre estación del Obwald, que pareciera cortada en dos por el cauce desbordado del río Aa. La única forma de llegar o abandonar el pueblo es por aire.

El pequeño poblado se ha convertido en un «callejón sin salida», ubicado al final del valle al pie del mundialmente célebre glaciar del Tiflis.

En el cielo, un singular ballet de hélices comienza a elevar el vuelo desde el amanecer hasta el anochecer, sin descanso. Los víveres y los artículos de primera necesidad que se dirigen al poblado, se cruzan en pleno vuelo con los turistas que abandonan el lugar.

En la tierra, varios puentes están destruidos y unos 80 metros de la carretera que lleva al pueblo han desaparecido. Las casas en el barrio alrededor de la estación ferroviaria siguen bajo el agua, las vías férreas están inundadas. Los accesos por tren o carretera son simplemente imposibles.

Preparativos para la temporada invernal

Pese a la calma momentánea del miércoles y el jueves, y el regreso de la electricidad – que faltaba desde hacia ya varios días en la parte baja del poblado-, la situación sigue crítica.

Según los geólogos enviados a la zona, si la lluvia cayera de nuevo en Engelberg, no se excluirían la aparición de corrientes de lodo y troncos.

No obstante la amplitud de la catástrofe, la calma, la serenidad y la solidaridad prevalecen asombrosamente en Engelberg. Reunidos el miércoles por la noche, las autoridades comunales y los hoteleros acordaron incitar a los turistas a abandonar el lugar y no recibir a más fuereños. Una decisión tomada como medida de seguridad, pero también para comenzar la reconstrucción y los preparativos para le temporada de invierno.

Mantener la sangre fría

Mientras tanto, en las calles, en cada cruce, la misma escena: hombres y mujeres, con botas en los pies y baldes en cada mano, llegan para ayudar a los bomberos, a los soldados y a los miembros de la protección civil. Para ofrecer su apoyo, deben abrirse paso entre maquinaria y camiones destinados a la limpieza de los escombros.

«Tal vez se debe a nuestra mentalidad de montañeses. Incluso si perdemos por un momento el control de la situación, no tomamos ninguna decisión apresurada y conservamos la sangre fría para hacer, al menos, lo que sea posible. Además, aquí nadie resultó herido ni muerto.»

Con radio y teléfono celular en mano, el jefe del cuerpo de socorro se encuentra en todos los frenes y recorre principalmente el camino entre los dos cuarteles generales en el hangar de bomberos y el edificio comunal, distantes por unos 300 0 400 metros. Beat Christen se encuentra a su lado. El se acerca también con regularidad al campo requisado para hacer las veces de helipuerto.

Los dos –como casi la totalidad de la población local- han puesto entre paréntesis sus vidas de empresario y periodista respectivamente, para hacer frente a la catástrofe.

«La situación actual no tiene nada que ver con la de principios de semana», subraya Beat Christen. «Antes sólo había un gran lago de esquina a esquina del pueblo. Afortunadamente, pudimos conservar nuestra agua potable.»

«Si todo transcurre sin problemas, deberíamos poder lograr construir una ruta de emergencia en una semana. Pero es aún muy temprano para hablar de un regreso a la normalidad.»

Habitantes estupefactos

Jamás había ocurrido algo parecido en Engelberg, rememoran sus habitantes. Jubilados, los Giovanolli no habrían jamás pensado asistir a un espectáculo como éste. «Nos podemos considerar muy afortunados -suspiran- Ya que vivimos un poco en lo alto y nuestra casa no fue afectada. Otros han resultado menos favorecidos.» Como uno de sus amigos, quien llega en ese momento en su bicicleta. El primer piso de su vivienda ha quedado devastado.

«Por ahora vivimos en el segundo piso (de la casa), por lo que estamos obligados a improvisar. Aún no tenemos electricidad, ni agua caliente ni teléfono», explica. «Tratamos de sacar el agua y protegernos, pero no sirvió de nada. Todo el barrio está bajo el agua. Sólo nos resta esperar, antes de dirigirnos a nuestras aseguradoras.»

Otra víctima, un campesino mira estupefacto como el agua alcanza las puertas de su granja. El campo de la plaza que renta al monasterio franciscano está totalmente inundando. Pero en él no se asuma ningún sentimiento de enfado. «Afortunadamente, mis animales están pastando en lo alto de la montaña. Así es la naturaleza», comenta mostrando una sonrisa de alivio.

Los turistas evacuados

Los numerosos turistas en el pueblo, cerca de 1.500 a principios de las intemperies, también se muestran optimistas, pese a las inclemencias.

Una pareja de holandeses había llegado el domingo al campamento de Engelberg. Debieron ser despertados en plena noche para evacuarlos. Ahora deberán dejar su auto allí y regresar a su ciudad, cercana a Eindhoven, por avión.

«No hubo ni escenas de pánico y tampoco teníamos miedo, pero sin electricidad ni agua caliente, esto es difícil de soportar. Hoy pudimos llamarle a nuestro hijo con un teléfono portátil para que organice nuestro viaje de regreso a casa», explica a swissinfo.

«Pero regresaremos», agrega su esposa, quien nos muestra su satisfacción por el hecho de haber traído su radio de onda corta, con el que pudo mantenerse al corriente de la actualidad mundial a través de la Radio Internacional de los Países Bajos.

Algo más frustrados, los Deckel, provenientes de Israel, llegaron aquí para descansar con sus padres, quienes ya son de muy avanzada edad. Antes de subir al helicóptero, lamentan profundamente haber pasado los últimos días encerrados y comiendo sólo pan.

Un poco más lejos se encuentran otros de sus compatriotas, con una retahíla de niños. Tally cuenta que «alquilaron una autocaravana en Alemania y pensaban descansar un poco allí, luego de visitar Suiza».

«Debíamos despegar hoy desde Frankfurt, pero eso no será posible… Los niños están contentos y eso es lo principal. Jamás me hubiera imaginado que una aventura como ésta fuera posible en Suiza.»

swissinfo, Mathias Froidevaux, desde Engelberg
Traducido del francés por Patricia Islas

200 personas (turistas y habitantes) fueron evacuadas la noche del domingo para lunes en Engelberg. La mayoría de ellas pudo ya retornar a casa.

Cerca de mil turistas se encontraban en Engelberg a mitad de la semana.

Antes, tres compañías privadas de helicópteros y un superpuma del ejército habían transportado a unos 150 viajeros fuera de Engelberg.

80 bomberos, 20 miembros de la protección civil y entre 30 y 50 soldados trabajan en el lugar desde principios de la semana.

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