Mugabe, candidato de su partido para las presidenciales de Zimbabue de 2018

El presidente zimbabuense, Robert Mugabe, de 92 años y en el poder desde hace 36, fue investido este sábado candidato para las elecciones presidenciales de 2018 por el partido en el poder, Zanu-PF, pese a los movimientos de protesta y la crisis económica.
Como se esperaba, Mugabe fue nombrado por el congreso anual de su partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (Zanu-PF), que reunió a unos 9.000 delegados en Masvingo, 300 kilómetros al sureste de la capital, Harare.
Los delegados defendieron «su apoyo al presidente y primer secretario, el camarada Robert Mugabe, como candidato único para las próximas elecciones de 2018», declaró la vicesecretaria de la Zanu-PF, Eunice Sandi Moyo.
La investidura del viejo líder, en el poder desde la independencia de la excolonia británica, en 1980 (primero como primer ministro y después como presidente), fue celebrada con los aplausos de miles de sus simpatizantes, que gritaban «¡Dirígenos, dirígenos, padre!».
A pesar de su edad y de sus problemas de salud, el dirigente no ha nombrado ningún sucesor ni ha precisado cuándo abandonará la presidencia, que ejerce con puño de hierro, reprimiendo cualquier contestación, tanto dentro de su partido como fuera.
En el discurso en el que aceptó su investidura, Mugabe instó a la unidad de sus partidarios, mientras que las disensiones agitan el seno del Zanu-PF en vistas a una sucesión.
«Nos hemos puesto de acuerdo para que los conflictos cesen. Las querellas internas deben terminar. Hay que permanecer fiel a la ideología del partido», dijo en una breve alocución.
«Estemos unidos. Somos una familia, la familia del Zanu-PF, ligada por el entendimiento de sus miembros», insistió.
Aún así, a falta de un sucesor designado, las luchas internas en el partido han aflorado, así como un movimiento de protesta civil, cuyos miembros salieron a la calle el pasado verano, con marchas en las que acusaron a Mugabe de «dictador».
La represión de toda forma de oposición ha conseguido hasta ahora callar la contestación. Pero la grave crisis económicas que atraviesa el país, en el que el 90% de la población está desempleada, mantiene el régimen bajo presión.