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De Budapest a Helsinki: las ciudades defienden y potencian la democracia

Transeúntes en Lausana
Lausana amplió el derecho de voto a todos los residentes, independientemente de su nacionalidad, duración de estancia o edad. IMAGO / Westend61

Amenazados por la paralización y el debilitamiento, la democracia y sus principios están bajo presión en todo el mundo. Sin embargo, hay una fuerza que hace frente a los autócratas y populistas: ciudades progresistas como Budapest, Ámsterdam, Helsinki o Lausana.

“Aquí se construirá el nuevo centro cívico de Budapest”, explica Marietta Lee. La funcionaria de la capital húngara es la encargada de promover la participación ciudadana y sabe muy bien de lo que habla. No obstante, se tiene la sensación de que se encuentra algo perdida en esta explanada del ayuntamiento de Budapest. La gran plaza de estacionamiento en el corazón de esta metrópoli de dos millones de habitantes tiene un aspecto poco cuidado.

Ya han transcurrido 15 años desde que la novena ciudad más grande de la Unión Europea (UE) diera al arquitecto estrella neerlandés Erick van Egeraat el encargo para la remodelación del palacio municipal venido a menos, un gran complejo con una extensión de 120 000 metros cuadrados. Pero los planes de alto vuelo siguen sin concretarse: falta el dinero.

El primer ministro Viktor Orbán lleva doce años en el gobierno de Hungría. En este período, no solamente restringió la libertad de prensa y cambió las leyes electorales en su propio beneficio y en el de su partido Fidesz, también cerró el grifo a las ciudades y los municipios. “Y eso que las ciudades tenemos las soluciones para muchos retos globales”, dice Oliver Pílz, que dirige la nueva oficina de “Diplomacia urbana” en Budapest. Pílz piensa en retos como el cambio climático, la crisis migratoria o la pandemia.

Budapest es un buen ejemplo para ilustrar el drama de la democracia que se está produciendo en muchos lugares del mundo. A unos escasos centenares de metros de distancia del ayuntamiento, y a orillas del Danubio, se encuentra un edificio barroco del siglo XIX llamado “Országház” (literalmente: “casa del país”), donde se alojó durante mucho tiempo un hospital militar.

En este edificio suntuoso de casi 300 metros de longitud se reúne el Parlamento húngaro, que bajo el mandato de Orbán ha degenerado en una asamblea de diputados totalmente conformistas que cedieron al primer ministro amplios poderes. Es una de las razones por las que el renombrado instituto científico Varieties of Democracy (V-Dem) de Gotemburgo clasificó a Hungría como autocracia, siendo el primer Estado de la UE en perder el estatus de democracia. Esta clasificación se refiere únicamente al Estado. A escala local las cosas son distintas.

“Aquí en Budapest ponemos todo nuestro empeño en propulsar nuestra ciudad para convertirla en un gran motor de la libertad y la democracia”, afirma Marietta Lee, que menciona los consejos ciudadanos, los presupuestos participativos y los plebiscitos locales como instrumentos democráticos concretos.

Para hacer realidad estos planes, la coalición del alcalde Gergely Karácsony, que gobierna la ciudad desde 2018, necesita buenos socios y más recursos financieros. Aquí es donde intervienen “diplomáticos urbanos” como Oliver Pílz:

“Hemos fundado una liga internacional de las ciudades libres y buscamos el apoyo de la UE para que se concedan ayudas financieras directas a las ciudades”, insiste. La iniciativa tiene éxito. A la campaña de lobbying ‘Fondos para las Ciudades’ se han unido 36 ciudades europeas y, hasta ahora, 25 alcaldes y alcaldesas de todo el mundo han firmado el ‘Pacto de las Ciudades Libres’.

También los diplomáticos tradicionales aplauden la iniciativa: “Estoy cada vez más convencido de que las ciudades no solo somos la cuna de la democracia, sino que también podemos servir para proteger y fortalecer nuestras democracias”, dice el exembajador de Austria en Eslovaquia, Helfried Carl.

“Las ciudades están demostrando ya hoy cómo puede ser la democracia de mañana: más inclusiva, participativa, accesible e igualitaria”, añade el diplomático de 53 años.

Carl ha sacado sus conclusiones de esta idea. Ahora dirige la iniciativa no estatal ‘Capital Europea de la Democracia’. “Con este nuevo título distinguiremos en el futuro a las ciudades que realmente fomentan la democracia en la práctica y que invierten en infraestructuras participativas”, dice. Ámsterdam, Helsinki, Ciudad de México o Lausana, la cuarta ciudad más grande de Suiza, son ejemplos para este modelo de ciudades democráticas.

Pero el valor para promover la democracia y la innovación local no solamente es popular en Hungría, donde el gobierno nacional está combatiendo abiertamente la libertad y los derechos humanos. También en las democracias occidentales asentadas domina el escepticismo en el debate sobre la democracia, a pesar de una situación básica muy distinta.

Suiza, por ejemplo, no solamente tardó décadas en introducir el sufragio femenino, en este país también queda excluidos del derecho de voto hasta hoy un 37% de la población. Una excepción es la ciudad de Lausana a orillas del lago Lemán, que a nivel nacional es una pionera en lo que a inclusión política se refiere.

David Payot, que en el Ejecutivo de Lausana es responsable para los temas relacionados con la democracia, dice: “La democracia no es solamente un arte para tomar decisiones colectivamente. En primer lugar, se trata de desarrollar actividades conjuntas. Y para ello tienen que poder participar todas y todos”.

En el caso concreto de Lausana esto se traduce en que el derecho de sufragio lo pueden ejercer todos los extranjeros y extranjeras que vivan desde hace al menos diez años en Suiza, aunque también se han introducido otras posibilidades formales de participación:

“En lo que se refiere al presupuesto ciudadano*, hemos ampliado el derecho de voto a todas las personas domiciliadas en Lausana, con independencia de su nacionalidad, del tiempo de permanencia o de su edad”, explica Payot. “La ciudad es para mí el lugar donde se vive la democracia concretamente”, dice el concejal de 43 años, que se dedica desde hace ya un cuarto de siglo a la política local de Lausana.

Aún más evidentes son las tensiones entre el Estado y las ciudades en los Países Bajos: el reino situado en el litoral del Mar del Norte es el primer país en Europa en derogar los derechos democrático-directos que había concedido al pueblo a nivel nacional. Así, por ejemplo, el parlamento eliminó de la constitución el referéndum facultativo que se había introducido solo tres años antes en 2015.

“Al gobierno no le gustaron las decisiones del pueblo”, comenta el politólogo Niesco Dubbelboer, de 59 años, durante un paseo por la orilla del Mosa en Ámsterdam. Tras este “pecado democrático” (en palabras de Dubbelboer), intercedió Femke Halsema, la primera alcaldesa de la capital neerlandesa, para elaborar, con la colaboración de Dubbelboer, una nueva constitución para la ciudad.

Esta nueva carta constitucional entrará en vigor el 1 de febrero de 2022 y permitirá a los casi un millón de amsterdameses intervenir en la política local gracias a cuatro nuevos derechos populares. Con ello, Ámsterdam marca un claro hito contra el debilitamiento de la democracia en el ámbito nacional.

Muy distinta se presenta la situación en el extremo nordeste de Europa, en Finlandia. Aquí domina el escenario político un fuerte aparato administrativo frente al que la ciudadana y el ciudadano de a pie muchas veces son impotentes. Para contrarrestar esta situación, se ha encontrado en la capital de Helsinki una respuesta insólita: el “juego de la democracia”.

“Jan Vapaavouri fue el primer alcalde elegido indirectamente por el pueblo”, expone Johanna Seppälä, que coordina el desarrollo democrático en la administración municipal desde 2018. Vapaavouri no aprovechó su legitimidad democrática, ganada a través de unas elecciones para aumentar su poder.

En lugar de eso se enseñó, según Seppälä, a todos los 40 000 colaboradores y colaboradoras el principio de una “administración accesible”, para lo cual se utilizó un juego de tablero desarrollado para ese propósito. El resultado es un cambio cultural en la administración. “Ahora los funcionarios dan la bienvenida a las ciudadanas y los ciudadanos activos y comprometidos, cuando antes los veían más bien como un factor molesto.”

Las ciudades son impulsoras del desarrollo democrático no solo en Europa, también en otras partes del mundo, por ejemplo, cuando se trata de la igualdad. Sobre todo en los Estados, en los que a escala nacional desde siempre solían dominar los hombres, hay mujeres que como alcaldesas empiezan a marcar la pauta en el ámbito local: es el caso de Claudia Sheinbaum en Ciudad de México, Claudia Souad Abderrahim en Túnez o Yuriko Koike en Tokio, solo para mencionar algunos ejemplos.

Los múltiples esfuerzos democráticos en el ámbito urbano también cobran impulso en el contexto nacional, como ocurre en Hungría con su gobierno autocrático, donde por primera vez, se enfrenta a Viktor Orbán un candidato de consenso que reúne a todos los partidos de la oposición nacional: Peter Marki-Zay. En este político de 50 años se centran todas las esperanzas. Los sondeos le auguran buenos pronósticos electorales. Su fama prodemocrática se la ha ganado como alcalde de Hódmezővásárhely, una pequeña ciudad en el sur del país, donde en la actualidad sigue desempeñando su cargo.

* El presupuesto ciudadano, también llamado presupuesto participativo, es una forma directa de participación ciudadanaEnlace externo. Se trata de que la administración de una ciudad aumente la transparenciaEnlace externo presupuestaria y que deje que la ciudadanía participe en la cogestión y decida al menos sobre una parte de los fondos presupuestariosEnlace externo de libre asignación.

Traducido del alemán por Antonio Suárez

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moderado por Bruno Kaufmann

¿Cómo puede un país como Suiza hacer más inclusiva la democracia?

¿Suiza debe ser más activa en la promoción de la democracia en el mundo?

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