
Sabores de Corea emergen en Vladivostok

Las camareras del restaurante norcoreano de Vladivostok sonríen amablemente, pero guardan un frío silencio cuando se les pregunta lo que piensan de la visita de su dirigente Kim Jong Un a este puerto ruso de Extremo Oriente.
«No entiendo el ruso», afirma una de ellas, que en cambio utilizó este idioma para tomar nota del pedido, en este restaurante con las paredes cubiertas de pinturas que ensalzan las realizaciones y éxitos de la República Popular Democrática de Corea (RPDC, nombre oficial de Corea del Norte).
En el menú, el plato nacional coreano -el kimchi- se combina con otros más sofisticados, como una sopa de ala de tiburón. Los comensales pueden irse también con la edición en ruso de un libro que complia las ideas más inspiradoras del jefe supremo Kim Jong Un, que le han permitido crear «una nación rica y poderosa».
La presencia en Vladivostok de un restaurante norcoreano, explotado por el régimen, evidencia los estrechos lazos que existen entre esta ciudad de 600.000 habitantes y el aislado régimen. La frontera está a solo 200 kilómetros, lo que convierte a la ciudad en el lugar ideal para el primer encuentro entre Vladimir Putin y Kim Jong Un.
El joven dirigente de 35 años siguió, a bordo de su tren blindado, el mismo camino que emprendieron otrora su padre y su abuelo para reunirse con los dignatarios soviéticos o rusos.
– Turistas surcoreanos –
En el resto de la ciudad, la presencia surcoreana es ampliamente más visible. Varios ferries comunican Vladivostok y las principales ciudades costeras de Corea del Sur y los habitantes aseguran que el número de turistas surcoreanos aumentó desde hace algunos años.
«Es raro que vengan norcoreanos. Quizás dos o tres al año», explica Nina Guminiuk, gerente de una bonita tienda de recuerdos que afirma que los únicos visitantes provenientes de Pyongyang forman parte de delegaciones oficiales.
La principal arteria peatonal de Vladivostok cuenta con numerosas tiendas especializadas en los productos cosméticos y la comida coreana. Varios carteles en forma de las célebres matrioskas rusas intentan atraer la atención de los turistas en chino, en japonés o en coreano.
«Los coreanos compran sobre todo cerveza», cuenta Svetlana Lushchina, una vendedora de 38 años sentada detrás del mostrador de una tienda de galletas coreanas y chocolates rusos. «Los coreanos, los chinos, los vietnamitas, vienen por oleadas», observa con una sonrisa.
Su marido forma parte de los choferes que fueron contratados para conducir las delegaciones en la isla Russki, enfrente de Vladivostok y donde se celebró la cumbre.
«Es relevante que personas tan importantes se reúnan en Vladivostok», asegura Svetlana Lushchina, que añade que sigue de cerca el desarrollo de estas negociaciones.
– «Nuestros vecinos más próximos» –
La llegada de Kim Jong Un a Vladivostok, su primer viaje oficial en Rusia, congregó numerosos turistas surcoreanos en la estación de la ciudad. Lee Ye Won, venido de Seúl, explica que el dirigente norcoreano es una «persona peligrosa».
Otros son completamente indiferentes. Jiehuyn, una contable de 32 años que posa con su hija delante de una vieja estatua soviética, está al tanto de la presencia de Kim pero no consigue hacerse una opinión.
«No sé por qué ha venido aquí», declara.
La relativa indeferencia de los turistas surcoreanos contrasta con el entusiasmo de los rusos. Al igual que Elene, una contable de 51 años que muestra en su teléfono las fotos que ha tomado del séquito norcoreano descendiendo la calle principal, los periodistas norcoreanos graban desde sus vehículos las calles de Vladivostok.
«Debemos ser amigos, vivir en paz y no luchar», aboga. «Son nuestros vecinos más próximos», concluye.