
«Sales y te vuelves a hundir»: una vida dominada por la jeringa en Escocia

En un terreno baldío lleno de jeringas usadas cerca del centro de Glasgow, Michael McBride espera su inyección de cocaína.
Le falta un brazo, y entonces su compañero Bryan se ocupa con rapidez de mezclar en una pequeña cuchara el polvo blanco con agua destilada, antes de aspirarla con dos agujas.
Instantes después, ambos, casi escondidos, bajan sus pantalones y se inyectan en las piernas. Luego Bryan, de 40 años y adicto desde los 16, chupa la punta de su aguja para no perder una gota.
¿Cómo se convirtió la cocaína en algo rutinario? «Es por vivir todo el tiempo en la calle, donde la cocaína está disponible en todas partes», responde Michael McBride, de 42 años, con el rostro demacrado. La sustancia calma también un fuerte dolor en su pantorrilla, hinchada por un absceso.
«Comencé con la heroína, pero sigo un programa de metadona, por lo que ya no consumo más heroína», precisa con su pronunciado acento escocés. Este programa es un tratamiento de reemplazo por la metadona para ayudar a los toxicómanos a reducir progresivamente su dependencia de la heroína.
La historia de McBride y Bryan ilustra la crisis profunda de las drogas en Escocia, donde la tasa de mortalidad relacionada con la droga es una de las más elevadas en Europa.
Según las estadísticas anuales publicadas en julio, el año 2018 registró un triste récord de 1.187 muertos relacionados con la droga, es decir, un alza de 27% respecto a 2017. La ciudad de Glasgow y sus alrededores concentran una tercera parte de los muertos.
En la mayoría de los casos, las substancias consumidas son la heroína, su substituto sintético la metadona, otros opioides o depresores, drogas que disminuyen el ritmo del sistema nervioso central. Se halló cocaína en la sangre de 25% de los decesos.
– «Entrar en coma» –
La edad media de muerte es de 42 años. La edad de McBride.
«La mayoría de las personas con las que crecí murieron de heroína o cocaína», dice a la AFP mientras mendiga en las aceras de los centros comerciales populares de Glasgow.
Según él, el fuerte aumento de muertes se debe también al incremento del «valium de la calle», descrito como «un cóctel de cualquier cosa» por McBride y que contiene especialmente benzodiazepinas como el poderoso Etizolam.
«La gente compra 30 por diez libras esterlinas, se duermen, quedan en coma y se mueren», afirma.
Él resistió a esas drogas luego de ser testigo de sus consecuencias. «Una noche, un amigo me pegó con una botella, tuve seis puntos de sutura y al otro día no se acordaba de nada de lo que había hecho», cuenta.
McBride estuvo por primera vez en la calle a la edad de 14 años tras ser criado en Pollok, barrio pobre del sur de Glasgow.
A los 15 años se electrocutó en un poste eléctrico cuando hacía «tonterías» en una vía del ferrocarril, lo que le llevó a perder el brazo derecho.
Pese al terrible accidente y a la espiral infernal de las drogas, McBride tuvo cinco hijos, con los que ya no tiene contacto. Ha pasado la mayor parte de su vida de adulto en la calle.
«Sales y te vuelves a hundir», explica en referencia a sus numerosas recaídas, señalando que es cada vez más difícil recibir apoyo en una época de austeridad gubernamental.
«No hay suficiente dinero para los servicios de adicción y cierran muchos centros de rehabilitación», añade.