Tsipras, frente a los rebeldes de su partido
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, maniobra con extrema cautela para lograr que el parlamento vote este miércoles las medidas de austeridad exigidas por sus acreedores sin que se profundicen las divisiones en Syriza, el partido que lo llevó al gobierno.
El acuerdo firmado el 13 de julio pasado con los acreedores, que evitó una salida de Grecia de la zona euro, impone duras medidas de austeridad contrarias al programa de Syriza, lo que provocó una rebelión de 39 de los 149 diputados del partido de izquierda. Treinta y dos diputados votaron contra el acuerdo y siete se abstuvieron o no participaron en una primera votación.
Tsipras obtuvo un voto positivo gracias a los 13 diputados del ANEL, partido de derecha presente en el gobierno, y los 109 de la oposición formada por los conservadores de Nueva Democracia, los socialistas del PASOK y los centristas de To Potami. Entre los disidentes de Syriza había varios ministros y viceministros, lo que obligó a Tsipras a pedirles la renuncia y reemplazarlos por dirigentes favorables al acuerdo.
Este miércoles por la noche, el Parlamento griego debe votar nuevas medidas de austeridad, indispensables para que se inicien las negociaciones sobre un posible préstamo de más de 80.000 millones de euros por parte de los acreedores. Ese voto constituye un nuevo test para Tsipras y su gobierno, en el poder desde hace seis meses.
Los diputados disidentes no renunciaron a sus escaños y, a pesar del primer voto contrario al acuerdo, manifestaron «su apoyo al gobierno». Sin embargo, Tsipras fustigó el comportamiento de los disidentes, contrario «a los principios de camaradería y de solidaridad». «Leo declaraciones heroicas pero no hay ninguna propuesta alternativa» al plan de los acreedores, dijo Tsipras a sus colaboradores, según una fuente gubernamental.
«Existe una presión y una molestia en el partido. Se trata de situaciones inéditas para Syriza», considera Costas Zachariadis, miembro del comité central del partido. «Fue necesario tomar una decisión urgente, firmar un acuerdo, para no encontrarse ante una situación incontrolable y el derrumbe de los bancos», agrega, al justificar el acuerdo alcanzando con los acreedores (Unión Europea y FMI).
Más de la mitad de los 201 miembros del comité central de Syriza, principal instancia dirigente del partido, pero que sólo integran cinco o seis diputados, pidieron la semana pasada la «convocatoria inmediata del organismo para proteger su unidad». «El acuerdo constituye un golpe de estado contra el gobierno griego, con el objetivo de la exterminación ejemplar de un pueblo que había imaginado que podría haber otra vía fuera del modelo neoliberal de austeridad extrema», decía el comunicado.
«La distancia política y psicológica es clara entre los disidentes de las diferentes corrientes y el gobierno», comenta Zachariadis. «Hay que decidir qué queremos, separarnos o seguir juntos», agrega. «La ruptura con los diputados de la Plataforma de Izquierda -el ala dura izquierdista del partido, algunos de cuyos miembros se habían pronunciado a favor de la salida del euro- es la única solución», opinó Vassiliki Georgiadis, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Panteion de Atenas.
Syriza llegó al gobierno a fines de enero prometiendo el fin de la austeridad y muchos de sus electores se sienten «traicionados» por el acuerdo del 13 de julio, que implica medidas de austeridad más duras que las anteriores y una pérdida de soberanía.
Vassiliki Georgiadis piensa que Alexis Tsipras debe simplemente continuar su mandato apoyándose en los partidos de oposición para hacer adoptar las leyes «difíciles».
«No es el primer gobierno minoritario de Europa», dice, oponiéndose a algunos analistas que pronostican elecciones anticipadas hacia fines de año.
«La política es útil cuando se hace en interés del pueblo, incluso pagando el precio de un paso atrás», dijo la nueva portavoz del gobierno Olga Gerovassili, quien rechazó la eventualidad de elecciones anticipadas.