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Livia Leu: “La discreción es uno de nuestros sellos distintivos”

Livia Leu an einer Pressekonferenz
Die abtretende Schweizer Staatssekretärin Livia Leu wechselt im Herbst nach Berlin. Keystone / Peter Schneider

La guerra en Ucrania, el escaño suizo en el Consejo de Seguridad de la ONU, las relaciones con la UE: la diplomacia helvética se ha enfrentado a muchos retos en estos últimos años, y también ha recibido muchas críticas. Livia Leu, la secretaria de Estado saliente, aborda los grandes temas y aclara sus posiciones. También revela por qué vuelve a ser embajadora.

En los tres últimos años, Livia Leu ocupó el cargo de secretaria de Estado en el Departamento Federal de Asuntos Exteriores (DFAE) y como tal lideró las negociaciones con la Unión Europea (UE). La diplomática de carrera de 62 años ya ha sido jefa de misión en Irán y embajadora en Francia, y a partir de otoño será embajadora en Berlín, con lo cual habrá recorrido los puestos más relevantes del escalafón diplomático helvético. 

SWI swissinfo.ch: Desde que comenzó la gran invasión rusa en Ucrania, Suiza ha recibido muchas críticas. Resumiéndolo de forma aforística, se podría decir que Suiza, por oportunismo, se aferró a una concepción anticuada de la neutralidad. ¿Cómo valoraría usted la reputación que Suiza tiene en el extranjero?

Occidente ha reaccionado de una manera muy unida frente a esta guerra. Y Suiza ha demostrado su solidaridad con Europa: hemos sido rápidos a la hora de adoptar las sanciones, hemos reforzado nuestro apoyo a Ucrania y hemos invertido hasta hoy más de 420 millones de francos en el marco de la cooperación internacional y de la ayuda humanitaria. Además, Suiza ha acogido a cerca de 80.000 refugiados, que no solamente recibieron el apoyo del Estado, sino también de muchos particulares que se involucraron con mucho entusiasmo.

El hecho de que no suministremos material de guerra por razones relacionadas con el derecho de neutralidad, es algo que muchos comprenden con facilidad. Más difícil de entender es nuestro veto a la reexportación de material de guerra por parte de países terceros; algunos Estados socios tienen un problema con esto. Dicho lo cual, hay que decir que, si armas con la cruz suiza se acaban utilizando en una guerra, nadie pregunta si han llegado hasta allí de manera directa o indirecta.

¿Y esto es lo que usted tiene que explicar a los socios?

Sí, la diplomacia suiza se ve obligada a explicar cada vez más nuestra postura. La verdad es que existe una diferencia entre el derecho de neutralidad, que se sustenta sobre una definición nítida, y la política de neutralidad que permite cierta libertad de acción.

Por cierto, los denominados “certificados de último destino” se crearon para que los Estados se hagan responsables de los suministros de armas y no eludan la responsabilidad del uso final de las mismas. Pero esta guerra ha transformado mucho en Europa.

¿Cómo cuantificaría el daño que esta guerra ha hecho a la neutralidad suiza?

No creo que la neutralidad como tal se haya visto perjudicada. En el plano internacional, Suiza sigue siendo considerada claramente como país neutral, aunque Rusia, de momento, lo vea de otra manera.

También desde Estados Unidos han llegado las críticas. Recientemente, se supo que se produjo un intercambio de prisioneros entre EE.UU. e Irán, en el que Suiza había intervenido. ¿Supongo que esta señal de vida de los buenos oficios que caracterizan la diplomacia suiza llegó en el momento oportuno?

No puedo hacer declaraciones sobre asuntos de actualidad relacionados con nuestros mandatos de potencia protectora. En términos generales, puedo afirmar que la era de los buenos oficios de Suiza no ha terminado, como a veces se dice. Si bien es cierto que observamos cómo países grandes como China o Turquía están ofreciendo cada vez más sus servicios de mediación y que son capaces de promover grandes cambios en la política global, estas iniciativas no dejan de ser complementarias y no compiten necesariamente con los esfuerzos que Suiza hace en materia de políticas de paz.

Por el contrario, seguimos activos en muchos países, por ejemplo con nuestro mandato de potencia protectora entre Georgia y Rusia. Además, acompañamos muchas iniciativas de paz y mediación, por ejemplo en Colombia o Nigeria. Sigue habiendo demanda por nuestros buenos oficios, pero debemos ser discretos a la hora de informar sobre ellos. La discreción es, justamente, uno de nuestros sellos distintivos que nos confieren reconocimiento.

Desde este año, Suiza ocupa un escaño en el Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Qué se ha logrado hasta ahora?

Hemos conseguido ya muchas cosas en los primeros ocho meses. No nos están faltando los temas en el Consejo de Seguridad. Algunos pensaron que se iba a producir un bloqueo total por la guerra. Pero esto no ha ocurrido, al menos no hasta el punto de lo esperado. 

Tomar decisiones sobre asuntos relacionados con la guerra es algo que, en estos momentos, resulta casi imposible, pero al menos podemos discutir sobre ello en el Consejo. Y en este contexto, Suiza juega un papel importante por su experiencia a la hora de llegar a acuerdos y consensos. Además, hemos desempeñado un papel muy activo en relación con la resolución sobre la ayuda humanitaria transfronteriza en Siria, por ejemplo.

Pero justamente a través de este corredor no llega, en estos momentos, ninguna ayuda. ¿Se debe a las relaciones deterioradas entre Suiza y Rusia que no se llegue a alcanzar un acuerdo ni siquiera en negocios tan sencillos como este?

¡Ojo! Aquí no se trata de un negocio sencillo, sino de un asunto bastante arduo.

Sí, pero insisto, se trata de un asunto meramente humanitario, no político.

Cierto, pero el problema es que los gobernantes sirios no están dispuestos a aceptar la ONU como instancia determinante en esta cuestión. Esto no tiene nada que ver con las relaciones bilaterales entre Suiza y Rusia.

En enero aún se consiguió renovar la resolución, cosa que ya no era posible en julio. En el Consejo hay que afrontar este tipo de desafíos. Pero esto no quiere decir que no se puedan o deban explorar otras vías.

En los tres últimos años, usted lideró las negociaciones con la UE. ¿Cómo describiría usted las relaciones entre Suiza y la UE a una ciudadana o a un ciudadano no europeo?

Seguramente, se trata de una relación muy estrecha. Hay más de cien tratados vigentes entre ambas partes que se cerraron a lo largo de muchos años. Además, compartimos con nuestros países vecinos unos espacios transfronterizos que se están extendiendo cada vez más a medida que se está incrementando la movilidad. Por lo tanto, son relaciones que concitan los intereses de ambas partes. 

¿Podría usted decir lo mismo con palabras menos técnicas?

El aspecto humano es fundamental, desde luego. El comercio y el transporte transfronterizos son de gran importancia económica, tanto para la UE como para Suiza. Así lo demuestran las elevadas cifras de trabajadores transfronterizos. Si nos retrotraemos al período de la pandemia, cuando las fronteras estaban cerradas, nos dimos cuenta de lo cohesionados que estamos en la realidad. 

Pero esta relación estrecha ha atravesado algunos baches en los últimos años. ¿En qué punto nos encontramos en las conversaciones con Bruselas?

Tras el cierre de las negociaciones sobre el Acuerdo Marco Institucional en mayo de 2021, hemos sido rápidos a la hora de proponer un nuevo enfoque.

Se vuelve a negociar sobre paquetes, como se hizo con los Acuerdos Bilaterales I y II. Con nuestro enfoque por paquetes queremos estabilizar y desarrollar la exitosa vía bilateral, cerrando nuevos acuerdos que incluyan materias como la electricidad, la seguridad alimentaria y la sanidad. También queremos garantizar nuestra participación en los programas de la UE, para que no volvamos a encontrarnos en la situación que tenemos actualmente con el programa de investigación “Horizonte”. Por otro lado, también estamos dispuestos a abordar cuestiones institucionales que la UE plantea con cierta urgencia.

El Consejo Federal aprobó esta propuesta de negociar por paquetes en febrero de 2022, y desde entonces se han celebrado diez rondas de sondeo. En estos momentos estamos en condiciones de afirmar que se han reanudado las conversaciones y que se ha restablecido la confianza. Ahora son también los paquetes, y no solo el enfoque institucional, los que constituyen la base para las actuales conversaciones. En este sentido nos encontramos hoy en un punto claramente más avanzado que hace dos o tres años.    

¿Se está perfilando un plazo para la reanudación de negociaciones?

El objetivo es comenzar todavía con la actual Comisión, antes de que se celebren las elecciones al Parlamento Europeo el próximo verano. En cambio, nunca se debería fijar un plazo final para las negociaciones porque esto significaría debilitar nuestra posición. 

A propósito de “Horizonte”: En Suiza hay un debate recurrente sobre las supuestas o inminentes “puñaladas” de la UE. ¿Estamos hablando de algo real o del resultado de una planificación en la que la UE simplemente se olvida de Suiza?

No creo que la UE se esté olvidando tan rápidamente de Suiza. A fin de cuentas, somos el cuarto socio comercial más importante de la Unión, lo cual no me parece poco.

Excluir a Suiza de “Horizonte” ha sido una decisión claramente política. La UE utiliza este asunto como resorte para presionar a Suiza para que avance en otras materias que, en el fondo, no están relacionados con esta cuestión. En este contexto no nos equivocamos cuando hablamos de puñaladas.

Por otra parte, observamos que esta Comisión se muestra más decidida y que los Estados miembros de la UE actúan de manera más unida. Es lógico y comprensible que Suiza no siempre tenga la absoluta prioridad cuando se trata de aglutinar las políticas de 26 Estados miembros.

En otoño, usted se mudará a Berlín para ser embajadora. Supongo que será su último destino en su carrera diplomática…

Así lo tengo previsto. Pero en nuestra profesión nunca se sabe (se ríe).

En realidad quería preguntarle por qué no quiso ocupar un cargo más tranquilo en el sur.

No existen puestos tranquilos en el sur, al contrario, suelen ser mucho más complicados que en el norte. Solo tiene que dirigir su mirada hacia nuestras representaciones en el Sahel para entenderlo. En general, el mundo se ha vuelto más inquieto. De todas formas, no tenía ganas de ocupar un cargo en un lugar tranquilo. Sencillamente, esto no va conmigo.

Los tres últimos años en Berna tampoco fueron tranquilos. Pero creo que ahora que hemos llegado al final de las rondas de sondeo, es un buen momento para pasar el testigo en las negociaciones con la UE. Me alegro de poder ocupar de nuevo un cargo diplomático en nuestra red exterior en la última etapa de mi carrera.

¿Y qué temas abordará?

Desde luego, abordaré la situación en Europa y todas las cuestiones relacionadas, como las sanciones o el material de guerra, asuntos que me seguirán acompañando. Seguramente, también seguirá siendo importante la colaboración en materia de energía.

A todo ello hay que añadir los negocios bilaterales relevantes con nuestro país vecino más grande. Hemos hablado sobre los espacios transfronterizos, un tema que me parece importante. Existen muchas conexiones internacionales, y la Quinta Suiza tiene una representación fuerte. Y para terminar, tengo ganas de trabajar por primera vez en un país en el que podré comunicarme en mi lengua materna.

Para terminar, me permito citar a Napoleón Bonaparte. Me interesa su opinión acerca de estas palabras: “Si quisiera exigir algo a Vuestro Landamano que no quisiera concederme, le amenazaría con enviarle un destacamento de veinte mil hombres y tendría que obedecer. Pero si me dirijo a los cantones particulares, se demora la decisión porque la trasladan de una autoridad a otra, cada una alegando sus competencias contra mí y contestándome: venid a comer nuestras montañas. Al final se tiene que convocar la Dieta, para lo cual hacen falta dos meses, y mientras las cosas se demoran, pasa la tormenta, y Vos estaréis a salvo. En ello consiste la verdadera política de Suiza.”

Muy bonito (se ríe).

¿No contiene este enunciado un grano de verdad?

Napoleón ha cambiado muchas cosas en Suiza, y no solo para peor. Pero aquí creo que exagera. El país funciona bien, la ciudadanía mantiene un vínculo de proximidad con la política, puede participar en las decisiones.

El reproche es que los suizos se quedan con los brazos cruzados hasta que los peligros externos se resuelvan por sí solos.

Es posible que algunos lo vean así. Efectivamente, nuestro sistema político es a veces un poco lento. Pero precisamente en ello estriba, seguramente, el éxito de nuestro país.

Texto adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela

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