
Elecciones presidenciales en Afganistán bajo la amenaza de atentados y fraude

Afganistán celebra este domingo elecciones presidenciales de alto riesgo, bajo la amenaza de atentados y fraudes, mientras las negociaciones con los talibanes para poner fin al conflicto siguen empantanadas.
La campaña electoral que termina esta semana estuvo marcada por una gran incertidumbre política y atentados en serie, lo que hace temer un riesgo de alta abstención, como ya ocurrió en 2014 y en 2009. Estas elecciones debían haberse celebrado en abril de 2019, y fueron postergadas dos veces.
Los insurgentes talibanes, radicalmente opuestos a los comicios, instaron a los electores a quedarse en casa so pena de exponerse a actos violentos.
Además, muchos de los 9,6 millones de inscritos en las listas electorales han perdido la esperanza de que los políticos mejoren sus condiciones de vida, y podrían por ello optar por la abstención.
El futuro jefe de Estado dirigirá un país en guerra en el que el 55% de la población vive con menos de dos dólares diarios, y donde el conflicto con los insurgentes ha causado la muerte de más de 1.300 civiles en el primer semestre de 2019, según la ONU.
Destacan dos candidatos, de los 18 en liza, que permiten augurar un duelo final entre Ashraf Ghani, actual presidente en busca de la reelección, y su jefe de gobierno, Abdulá Abdulá. Tal situación ya se produjo en 2014.
Esta pasada elección, ensombrecida por múltiples acusaciones de fraude, generó una grave crisis constitucional que obligó a Estados Unidos, bajo la presidencia de Barack Obama, a imponer un compromiso político a los dos hombres, que siguen profundamente enfrentados.
Nada indica que el actual presidente Donald Trump esté ahora dispuesto a ejercer de mediador, opinan los observadores extranjeros en la capital afgana.
– «Títere» –
Las presidenciales de este domingo se celebran además después de que el presidente Trump pusiera brutalmente fin, a principios de septiembre, a las conversaciones entre Estados Unidos y los talibanes, sobre una retirada de las tropas norteamericanas del país.
Un acuerdo entre ambas partes parecía inminente, y varios observadores ya anticipaban que las presidenciales se suspenderían una vez más para permitir que se aplicara el plan de retirada.
Los talibanes rehúsan desde siempre negociar con el gobierno de Kabul, al considerar que es un «títere» de Washington. De hecho, el gobierno afgano quedó totalmente excluido de las negociaciones celebradas en Catar en estos últimos meses.
Pero al suspender estas negociaciones el 7 de septiembre, Donald Trump vuelve a dar esperanzas a los dirigentes afganos de que podrán pesar en el proceso de paz. Y, además, resucitó una campaña electoral moribunda.
– Violencia y fraudes –
Ha sido difícil celebrar mítines electorales, debido a las medidas de seguridad que requieren. Los talibanes controlan vastas zonas del territorio afgano, salvo las grandes ciudades.
Las autoridades prevén la apertura de casi 5.000 colegios electorales en todo el país, que serán protegidos por unos 72.000 hombres, según el ministerio del Interior.
La campaña se había iniciado en julio con un ataque contra las oficinas de un aliado de Ashraf Ghani, que dejó 20 muertos, y 50 heridos, en pleno centro de Kabul.
Cuando el propio Ghani se arriesgó a celebrar un mitin en Charikar, a una hora de carretera de la capital, los talibanes volvieron a golpear con un atentado suicida que dejó 26 muertos.
El jueves pasado, la embajada estadounidense en Kabul se declaró «conmocionada por (la abundancia) de quejas sobre la seguridad, y la ausencia de competición leal y sin fraude» en la campaña electoral.
Para el analista Ahmad Saeedi, «las amenazas en materia de seguridad y la falta de confianza en la transparencia electoral podrían traducirse en una débil participación, que mermará la legitimidad de la elección y del gobierno que salga de ella».