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Jomeini, fuente de inspiración en Irán 30 años después de su muerte

El ayatolá Ruholá Jomeini saluda a una multitud de simpatizantes en el cementerio de Behesht e Zahra, al sur de Teherán, donde celebró su gran mitin el día de su regreso a Irán, el 1 de febrero de 1979 tras más de 14 años en el exilio afp_tickers

Hace 30 años que falleció, pero el ayatolá Jomeini, fundador de la República Islámica de Irán, sigue siendo una referencia de primer orden en su país, donde su herencia teológico-política sigue rigiendo en las instituciones que contribuyó a crear.

Omnipresente en el espacio público, en las administraciones, en los vestíbulos de los hoteles y hasta en los estadios de fútbol o en los hospitales, el retrato del hombre, de mirada penetrante, que derrocó a la monarquía en 1979 figura también en la mayoría de los billetes.

La Constitución iraní ve en «su eminencia el gran ayatolá imán Jomeini» nada menos que «la alta fuente de imitación».

«Su principal legado es el fuerte apego a la independencia, la soberanía y la resistencia a la economía extranjera que pervive en los iraníes», afirmó a la AFP Mohamad Marandi, director del departamento de Estudios Estadounidenses de la Universidad de Teherán.

Nacido en 1902, Ruholá Jomeini falleció el 3 de junio de 1989 a causa de un cáncer, más de diez años después del triunfo de la Revolución Islámica que expulsó al último sha de Irán, Mohamed Reza Pahlevi, aliado clave de Estados Unidos en Oriente Medio, y justo cuando el país salía, exhausto, de la guerra Irán-Irak (1980-1988), desencadenada por Bagdad.

Su pensamiento se desarrolló en torno a la defensa del islam y de los desheredados, y al rechazo de la modernidad occidental y del imperialismo.

– «Pragmatismo» –

El imán Jomeini maduró el principio del «Wilayat Faqih» («gobierno del jurista musulmán»), que consagra el poder a un ulema elegido por su devoción y su juicio para dirigir a la vez el Estado y la comunidad de creyentes.

Este principio es la piedra angular del sistema político iraní basado en unas instituciones electas, una construcción pensada para conferir a la República Islámica una legitimidad divina y popular al mismo tiempo.

Insistiendo en el hecho de que la Wilayat Faqih nació dentro de la «jurisprudencia chiita desde hace varios siglos», Marandi considera que la novedad de Jomeini fue su capacidad para «derrocar una dictadura apoyada por Occidente» y «convertir la teoría en práctica».

La destitución del antiguo régimen se logró gracias a una alianza de varias fuerzas: el clero chiita, los partidarios del ayatolá Jomeini, los nacionalistas laicos y las fuerzas de izquierda y marxistas.

Pero, tras ello, el imán Jomeini se mostró intransigente a la hora de defender la Revolución Islámica frente a esas otras fuerzas y a los monárquicos.

«Si hubiéramos roto las plumas de la prensa corrupta, cerrado todas las publicaciones conspiradoras y podridas, llevado ante la justicia a sus responsables, prohibido los partidos políticos corruptos y levantado horcas en las grandes plazas […] no estaríamos viviendo las dificultades actuales», declaró el 17 de agosto de 1979 en un discurso, en el que instó a no tener piedad alguna con los «enemigos» de la Revolución.

«Para mí, Jomeini es el pragmatismo para llegar al poder y conservarlo, y un comportamiento ineludible contra todos los enemigos de la Revolución Islámica, ya fueran del antiguo régimen o de la izquierda y de la ultraizquierda», declaró a la AFP François Nicoullaud, exembajador de Francia en Irán.

– «Gran figura histórica» –

«Estaba a favor del Wilayat Faqih […] y aceptó las instituciones electas», durante la guerra Irán-Irak, «quería ir hasta el final contra Sadam Husein y acabó aceptando una paz blanca, sin vencedores ni vencidos», agregó Nicoullaud como prueba de ese «pragmatismo».

Para Clément Therme, investigador sobre Irán en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS) de Londres, «el carisma del ayatolá [Jomeini] se perpetúa en el debate político» actual.

«Todas las élites políticas de la República Islámica se reivindican como parte de su herencia política, sus palabras se vuelven, en el debate político, en argumentos para meter en aprietos a sus rivales», afirmó a la AFP.

El investigador observa «interpretaciones divergentes» del «pensamiento jomeinista que alimentan el enfrentamiento entre los [grupos] que se reparten el poder», con «los reformistas que insisten en la legitimidad popular o electiva de las instituciones» de un lado y «los conservadores [que insisten] en la legitimidad divina» de otro.

Respecto a «la imagen de Jomeini entre la población» iraní, Nicoullaud apunta que «todos están impresionados por la fuerza que desprende el personaje».

«Evidentemente, es una gran figura histórica, como Stalin, Mao o Pedro el Grande», el zar que gobernó en Rusia entre los siglos XVII y XVIII, añadió, poniendo como ejemplo a tres hombres que transformaron radicalmente su país.

Para Marandi, Jomeini «cambió verdaderamente la sociedad iraní, un país que estaba sometido a las necesidades y los intereses de entidades extranjeras, para dar prioridad a las necesidades, a la dignidad, a las creencias, a la cultura y a los intereses de la población local».

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