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Medio siglo de rebelión comunista en Filipinas sin visos de paz

Miembros del movimiento comunista de Filipinas se manifiestan a favor de la reanudación de las negociaciones de paz con el gobierno, el 25 de marzo de 2019 en Manila afp_tickers

Una explosión, un tiroteo y después la nada. La policía filipina Ruby Buena nunca olvidará ese día de 2018 cuando vivió en carne propia la violencia de la rebelión comunista que comenzó hace medio siglo en su país.

«Pensé que me había llegado la hora», cuenta la joven de 25 años. Se despertó en el hospital con una fractura de pelvis. Tres de sus colegas murieron en la explosión de una bomba de fabricación artesanal en el centro del archipiélago.

En Filipinas hay movimientos yihadistas y bandas que secuestran para el cobro de un rescate, pero de todos los grupos armados uno de los más sangrientos es el Nuevo Ejército del Pueblo (NEP).

Tras décadas de intentos de paz no se vislumbra a día de hoy una salida a la insurrección comunista.

El NEP se fundó el 29 de marzo de 1969 como brazo armado del Partido Comunista de Filipinas, creado meses antes por Jose Maria Sison. ¿Su objetivo? El advenimiento de un Estado maoísta. Las ideas comunistas siempre han calado en un archipiélago pobre y con grandes desigualdades.

– 40.000 muertos –

La rebelión vivió un apogeo durante la dictadura de Ferdinand Marcos (1972-1986), en la que decenas de miles de opositores fueron torturados.

En los años 1980, el movimiento llegó a contar con 26.000 combatientes. Ahora son unos 4.000, según estimaciones del ejército.

El bastión del NEP se halla en el sur de Filipinas pero también está presente en el centro del archipiélago y algo en el norte. Según cifras oficiales poco actualizadas, la rebelión comunista causó 40.000 muertos.

El principal grupo rebelde musulmán, el Frente Moro Islámico de Liberación (MILF, por sus siglas en inglés), dejó de estar activo desde el acuerdo de paz firmado en 2014 con el gobierno, pero el NEP sigue en el terreno.

No hay estadísticas sobre el número de civiles y policías muertos a manos de la rebelión marxista. Cifras del ejército muestran en cambio que el NEP fue su rival más sangriento en el periodo 2014-2018.

Más que el grupo islamista Abu Sayaf, especializado en secuestros para el cobro de un rescate, o que las facciones yihadistas que afirman ser parte del grupo Estado Islámico (EI) y que provocaron brotes de violencia como el de la ciudad de Marawi en 2017.

– «La principal amenaza» –

Los yihadistas se apoderaron de barrios enteros de esta ciudad del sur del país y resistió cinco meses frente al ejército. Unas 1.200 personas murieron, esencialmente insurgentes según el gobierno.

«En cuanto a la seguridad nacional el NEP constituye actualmente la principal amenaza», declaró a la AFP el portavoz militar Noel Detoyato.

La longevidad del NEP se debe en parte a su capacidad de financiación pese a que Estados Unidos y la Unión Europea lo incluyeron en sus listas de organizaciones terroristas.

La rebelión creó en sus bastiones un «impuesto revolucionario» que le proporciona, según la policía, al menos 200 millones de pesos (3,3 millones de euros, 3,7 millones de dólares) por año.

Este año será lucrativo para la rebelión debido a las legislativas. Y es que los candidatos deberán pagar un derecho para hacer campaña en los bastiones del NEP.

«El NEP vive en entorno favorable», estima Rommel Banlaoi, presidente del instituto filipino de investigación sobre la paz, la violencia y el terrorismo.

«Las causas que fomentaron su creación hace 50 años, el funcionamiento feudal, el capitalismo burocrático y el imperialismo siguen existiendo», añade, en un país donde una de cada cinco personas vive con menos de dos dólares diarios.

– «Desigualdad» –

Además, aunque la economía filipina creció un promedio de 6% durante los últimos diez años, las desigualdades persisten. Y décadas de esfuerzos de paz no han surtido efecto.

Tras su elección en 2016 el presidente Rodrigo Duterte, que se define como socialista, anunció un alto el fuego unilateral con la rebelión comunista pero el proceso de paz también fracasó esta vez y fue abandonado formalmente en 2017.

El Partido Comunista de Filipinas tampoco es optimista. «Las fuerzas revolucionarias (…) no tienen más elección que continuar la guerra hasta la victoria total», declaró a la AFP su fundador, Sison, que vive exiliado en Holanda.

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