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Heridos ante constituyentes: “Que nuestros ojos sirvan para cambiar Chile”

María M.Mur

Santiago de Chile, 15 may (EFE).- Muchos viven las elecciones constituyentes de este fin de semana en Chile como una especie de catarsis. Otros votan con resignación y escepticismo. También hay quienes llevan días recordando con ansiedad su agresión y quienes, con apenas 18 años, acuden a las urnas por primera vez.

Pero si hay un deseo común en la mayoría de los mutilados oculares en las masivas protestas contra la desigualdad que estallaron en Chile a finales de 2019 -las más graves desde el fin de la dictadura militar- es que sus heridas sirvan para construir un país más justo y con mayores derechos sociales.

“No era necesario que yo perdiera un ojo, pero si sirve para mover la conciencia de la gente que todavía no se avispa (…) Ojalá que verme, les ayude”, declaró a Efe el estudiante Dante Davagnino, a quien un agente le disparó un bote de gas lacrimógeno al ojo izquierdo en marzo de 2020.

Desde entonces, lleva una prótesis a la que no termina de acostumbrarse -a veces le duele y le causa picor- y no ha vuelto a marchar por miedo a perder el otro ojo. “Nos reprimieron para silenciarnos, porque no quieren cambios. Fue una agresión calculada”, dijo.

Escudado por su familia, el joven, de 24 años, acudió a votar en la periferia de Santiago “para que todo deje de ser un negocio en Chile”.

“Nunca había votado porque no creo en la política nefasta que ha perpetuado la desigualdad, pero esta vez hay una diferencia: no quiero que todo el sufrimiento sea en vano”, reconoció por su parte a Efe la fotoperiodista Nicole Kramm, tiroteada el 31 de diciembre en Plaza Italia, el epicentro de la revuelta.

Hoy, más de un año y medio después, ha encontrado “un poco de tranquilidad” -atrás quedaron los ataques de pánico- y ha vuelto a documentar la violencia en las calles, aunque es consciente de que nunca volverá “a ser la misma de antes”.

“SI VAS A VOTAR, TAPA TU OJO AL SALUDAR”

Cerca de 15 millones de chilenos están llamados a las urnas el sábado y domingo para escoger a los 155 ciudadanos que redactarán una nueva Constitución, que siente las normas de juego durante las próximas décadas y actúe de pegamento en una sociedad polarizada y con gran desafección hacia la política.

La derogación de la actual Constitución, de sesgo neoliberal y promulgada por el régimen de Augusto Pinochet (1973-1990), fue una de las principales reclamaciones del estallido que durante meses puso contra las cuerdas a la institucionalidad chilena, y el proceso constituyente es la solución que encontró la política para una crisis que parecía sin salida.

Si por algo es recordada la revuelta es por la “epidemia” de traumas oculares, que llevó a varios organismos internacionales a acusar a las fuerzas de seguridad de violaciones de los derechos humanos: más de 400 manifestantes sufrieron lesiones en sus ojos, una cifra que no se ha registrado en ningún conflicto reciente.

“Que Gonzalo Blumel, exministro de Interior y responsable político de haber cegado a Gustavo Gatica y Fabiola Campillay (las dos personas que se quedaron completamente ciegas), sea candidato a constituyente es aberrante”, denunció Kramm.

Para que sus casos no caigan en el olvido, una asociación que reúne a decenas de heridos oculares pidió a las víctimas ponerse la mano en el ojo mientras depositan el sufragio: “Si vas a votar, tapa tu ojo al saludar”, reza la convocatoria.

Los jóvenes fueron los motores de las revueltas, interrumpidas por la pandemia, y su participación en las constituyentes será fundamental para darle legitimidad al proceso.

Diego Foppiano, estudiante de 24 años y a quien un perdigón le arrebató el globo ocular izquierdo al inicio de la crisis, votó por primera vez en los comicios de 2017, que llevaron al poder para un segundo mandato no consecutivo al conservador Sebastián Piñera.

Siempre fue el más político de su círculo, pero cree que sus amigos se van a lanzar a las urnas este fin de semana para “echar a la misma gente que lleva años gobernando el país a su antojo”.

Felipe Riquelme, de 41 años, también cree que habrá un alta participación, aunque quizá no tanta como la del plebiscito de octubre (50,1 %), en la que un 80 % de los ciudadanos decidieron dar carpetazo a la actual Constitución.

Lo que no le gusta es la idea de que los cuerpos de seguridad custodien las urnas la noche del sábado -los comicios se repartieron en dos días para evitar aglomeraciones- y saldrá a votar el domingo con harta esperanza”.

Para este antiguo soldador minero a quien la lesión le impide retomar su profesión, el estallido ha sido un parto desgarrador, “pero cuyo resultado es una vida nueva, con esperanza, con fuerza, “con harta libertad”.

“Quiero verlo así, que mi sufrimiento y el de muchos compañeros -concluyó- sirva para crear un Chile con más dignidad”. EFE

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