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Comercio con material de guerra: la neutralidad suiza como modelo de negocio

Una pancarta con el lema
En repetidas ocasiones, se convocaron votaciones populares contra el negocio de las empresas suizas con material de guerra. Una pancarta de la iniciativa “Sí a la prohibición de las exportaciones de material de guerra” de 2009. Keystone / Arno Balzarini

Por lo general, la neutralidad significa para la economía suiza de materiales de guerra que, en la medida de lo posible, trata de suministrar la misma cantidad de bienes a todas las naciones; aunque, históricamente, también pudo significar lo contrario, es decir, no exportar ningún material para no provocar a un dictador fascista en concreto.   

A principios de la Edad Moderna corría la voz por Europa que los mercenarios suizos limpiaban sus botas con la grasa abdominal de sus enemigos. Los guerreros alpinos lucharon en todas las batallas de Europa y en las colonias. Su número alcanzó el millón y medio de hombres. Pero esto es historia. Suiza ya no destaca a hombres de guerra para que luchen en ejércitos extranjeros; hoy se limita a exportar material de guerra. 

La participación de Suiza en el comercio internacional con materiales de guerra es modesta: entre 2018 y 2022, el porcentaje se elevaba al 0,7 %, mientras que Estados Unidos alcanzaba una cuota de mercado del 40 %, Rusia un 16 % y China un 5 %. En Suiza, el material de guerra abarca menos del 0,5 % del volumen total de las exportaciones nacionales.

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Pero el hecho de que sea precisamente un país neutral como Suiza, tan empeñada en alejarse de cualquier conflicto armado, el que saque réditos de la guerra, es una actitud que reiteradamente se denuncia como hipócrita. Sin embargo, la neutralidad era ya en el siglo XVII el argumento principal para justificar el envío de mercenarios y material bélico a las partes beligerantes. Incluso después de 1918, la neutralidad era para la industria de armamentos suiza más un estímulo que un estorbo para la exportación de material militar. 

dibujo satírico
“Por un lado, los matamos… por otro, los sanamos.” Leyenda en la portada de la revista satírica ginebrina L’Arbalète en una edición de 1916. DR

Ambos Convenios de La Haya de 1907, que sentaron las bases para la neutralidad, prohíben la exportación de material de guerra de fabricación estatal. En cambio, a la economía privada los tratados solo imponen la igualdad de trato.

Hasta el día de hoy, Suiza sigue remitiéndose a estas disposiciones. La consecuencia es que si se prohíbe la exportación de material de guerra a Rusia, también se debe impedir su entrega a Ucrania.

En la mayoría de los casos, sin embargo, la igualdad de trato significaba que se suministraba material de guerra a ambas partes en un conflicto. De este modo, las empresas suizas pudieron vender a gran escala espoletas de relojería para granadas de artillería durante la Primera Guerra Mundial. La industria relojera suministraba la capacidad tecnológica y los profesionales necesarios para su producción. Para el Gobierno federal, este tipo de exportaciones no vulneraba la neutralidad suiza.

Después de la Primera Guerra Mundial, la neutralidad también influyó en la relación que Suiza mantuvo con las naciones perdedoras. El Tratado de Paz de Versalles prohibió a Alemania y Austria cualquier fabricación de armamento. Por esto motivo, ambos países trasladaron sus conocimientos técnico-armamentísticos a países neutrales.

Según Peter Hug, historiador y experto para la historia del comercio suizo con materiales de guerra, fue entonces cuando realmente empezó el auge de la industria suiza del armamento: “Entonces, grupos revanchistas organizaron desde Suiza y otros países neutrales el rearme ilegal de Alemania y Austria. Era fácil porque entonces no existía en Suiza ninguna ley que requiriera una autorización expresa para la fabricación y la exportación de material militar. Gracias a ello se exportó a Suiza la tecnología necesaria para la fabricación de sistemas de armamento exportables, como por ejemplo los cañones de tiro rápido de 20 milímetros de calibre.”

No fue hasta 1938 cuando el Consejo Federal se vio obligado a controlar la exportación de material de guerra como consecuencia de una iniciativa popular que así lo exigía. Pero el control era laxo, según afirma Peter Hug: “El Departamento militar encargado de autorizar las exportaciones controlaba con total desgana y hacía la vista gorda.”

Durante la Segunda Guerra Mundial, Suiza exportó armas y munición por un valor total de 10 000 millones de francos suizos. En 1941, más del 14 % del volumen total de exportaciones recaía sobre este tipo de bienes. En el marco de las investigaciones que Peter Hug realizó para la Comisión Independiente de Expertos de la Segunda Guerra Mundial, un 84 % del material militar exportado llegó a Alemania y sus socios del Eje, mientras que un 8 % se destinaba a los aliados y los países neutrales.

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Aún mayor importancia estratégica tuvo la exportación de bienes de interés militar, como útiles de precisión, rodamientos de bolas o máquinas-herramienta, que se podían utilizar en la fabricación de armas o para apoyar a las tropas. También en este caso fue Alemania el principal país receptor de las exportaciones helvéticas.

En 1943, el ministro de Exteriores británico Anthony Eden advirtió: “Cada franco por el que Suiza envía material de guerra a Alemania prolonga la guerra.” En combinación con los negocios bancarios que Suiza estaba haciendo con Alemania, se fraguó entonces, internacionalmente, la imagen de una nación que se aprovechaba sin escrúpulos de la Segunda Guerra Mundial para hacer negocios.

Neutralidad sin moral

Al comenzar la Guerra Fría, Suiza tenía la reputación dañada. Y en relación con su política de neutralidad, se encontraba en una situación incómoda. En un mundo dividido, en el que Suiza quería posicionarse claramente del lado de Occidente, ya no era tan fácil distribuir las armas de forma equitativa.

En 1968 se produjo un escándalo mayúsculo, después de que se supiera que la armería Oerlikon-Bührle había exportado, mediante declaraciones falsas, incluso a países en los que se estaba librando una guerra civil. Como consecuencia de ello, una iniciativa popular exigía la prohibición de la exportación de armas desde Suiza, que finalmente fue rechazada. No obstante, se aprobó más tarde una nueva Ley federal sobre el material de guerra que prohibió la exportación de armas a zonas de guerra o a regiones amenazadas por un conflicto armado.

Fue entonces cuando, según Hug, empezó a estrecharse el control sobre las exportaciones de material de guerra. “No obstante, el margen de discreción de las autoridades seguía siendo muy amplio.” Resulta que Suiza solo autorizaba el suministro de material de guerra a países en los que no había que contar con presiones por parte de otros países europeos, una actitud que sigue teniendo repercusiones hasta el día de hoy, como afirma Hug. 

A pesar de ello, se continuaba legitimando el comercio de armas con la neutralidad durante la Guerra Fría. “No somos los policías del mundo”, opinaba Rudolf Bindschedler aún en 1976, entonces representante del DFAE y estratega principal de la neutralidad suiza. En otras palabras, Suiza como Estado neutral no podía negar el suministro a un país determinado. Entonces se criticaba, concretamente, que Suiza suministrara a Argentina agua pesada, que se necesita para la producción de plutonio. Había sospechas de que el régimen militar sudamericano estaba planeando la fabricación de bombas atómicas.

Cuando los reglamentos vedaban la exportación, los armeros suizos eludían la prohibición mediante la concesión de contratos de licencia, por ejemplo. De este modo, la empresa SIG no suministraba sus fusiles de asalto directamente al régimen militar de Chile, sino que enviaba los planos y las máquinas para su fabricación in situ, cobrando a cambio una recompensa por la licencia.

Hasta el día de hoy se sigue debatiendo sobre el alcance real de la Ley sobre el material de guerra. Las avionetas militares de Pilatus, por ejemplo, no tienen ningún uso civil, principalmente por su elevadísimo coste. Cuando el Consejo Federal quiso someterlas a la ley en los años noventa, lo impidió el Parlamento, que ni siquiera consideraba problemático que los compradores luego las equiparan con armas.

Preguntado por el principal coladero que permite a la industria del armamento esquivar la ley, Peter Hug responde lacónicamente: “Cabildear para los partidos burgueses.”

De nuevo por la presión de una iniciativa popular, se volvió a endurecer la Ley sobre el material de guerra en 1996. Además, la nueva Ley sobre el control de bienes sometió a un control de exportación los “bienes militares específicos” y los bienes de uso dual, como los trajes protectores NBQ, los aviones de adiestramiento y los sistemas de posicionamiento global.

Sin embargo, desde 2009 se fue relajando cada vez más la práctica concesionaria. Por un lado, el pueblo electoral suizo se expresó en otra votación claramente a favor de la industria armamentística; y, por otro, las compras nacionales del Ejército suizo disminuyeron mucho desde que había terminado la Guerra Fría.

Pacifismo para Franco

Con la anexión rusa de Crimea cambió la situación en toda Europa. “Desde entonces, los gastos militares han vuelto a experimentar un fuerte crecimiento en todo el hemisferio norte. Bajo la influencia de esta tendencia, también el Consejo Federal ha relajado su política de autorizaciones”, confirma Hug. El lobby del armamento ya se había quejado en 2013 sobre la “discriminación de la industria de seguridad suiza”.

En 2016, el Consejo Federal hizo un paso importante hacia el relajamiento de su política, cuando decidió seguir suministrando con material de guerra a Arabia Saudí, pese a la guerra en Yemen. El Gobierno sostuvo que, jurídicamente, había que diferenciar entre un conflicto civil y una guerra internacional. Causa mucha confusión el hecho de que, también en 2022, Arabia Saudí recibiera de Suiza material de guerra por un valor de 120 millones de francos, mientras que Ucrania se quedaba con las manos vacías.

Suiza ya se encontró una vez en una situación similar. En 1946, el Consejo Federal prohibió por completo cualquier exportación de material de guerra, aunque no lo hizo, principalmente, por respeto a los muertos en los campos de batalla de Europa. Porque durante la última fase de la guerra, especialmente el armero Bührle suministraba cañones a la España fascista porque Alemania ya no era solvente. La ONU veía en estos suministros una “amenaza para la paz” y decidió levantar un embargo. Suiza se vio presionada. Para no provocar al dictador Francisco Franco con una “prohibición unilateral de la exportación de armas”, el Consejo Federal decidió implementar una prohibición total de las exportaciones.

Para Hug se trata de un precedente que guarda semejanza con la situación actual: “Esta postración ante Franco no ha sido reconocido como tal por los pacifistas, que desde entonces defienden la idea de una prohibición total de las exportaciones de armas; y eso a pesar de que esta prohibición favorece al agresor en el caso de una guerra de agresión unívoca contra el país atacado, que se defiende legítimamente en virtud de la Carta de las Naciones Unidas.”

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Adaptado del alemán por Antonio Suárez Varela

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