Indonesios con enfermedades mentales viven encadenados durante la pandemia

Encerrado en un rincón apenas lo suficientemente grande como para estirarse, Rauf es a la vez prisionero de sus trastornos mentales y de su familia, que no ha encontrado otra solución que encerrarlo durante la pandemia.
Debido a la falta de tratamiento médico adecuado, muchas personas con trastornos mentales están encadenadas o encerradas en Indonesia, al igual que en unos 60 países que carecen de infraestructuras necesarias.
La epidemia de coronavirus ha agravado aún más este problema obligando a muchos pacientes, que habían sido liberados gracias a programas de inserción, retomar su cadenas.
Rauf, de 40 años, ha pasado varias décadas encadenado antes de poder finalmente pasearse libremente, a menudo en su lugar favorito, un mercado muy animado.
Pero la pandemia llevó a su familia a encerrarlo de nuevo en un cuarto de 5 m2 donde come, duerme y hace sus necesidades.
«No queremos que se infecte con el virus», explica Hasni, su tía, que se ocupa de él cerca de la ciudad de Polewali, en la isla de Célebes.
Ella tema también que Rauf no tenga más acceso a su tratamiento debido al virus, se vuelva violento y pueda herir a la gente.
– Vuelta atrás –
Encadenar a las personas que sufren trastornos mentales graves ha sido durante mucho tiempo la norma en el archipiélago de Asia suroriental para las familias que no tienen acceso a la atención médica para sus familiares.
En Bali, no era raro que los turistas se encontraran hombres o mujeres encadenados a un árbol, en un pueblo de postal que visitaban.
Esas prácticas son ahora ilegales y una campaña nacional ha ayudado a facilitar el acceso de los pacientes a los tratamientos y medicamentos. Pero los cuidadores que creían haber hecho progresos decisivos lamentan el retroceso debido al virus.
«Esto es dramático y debido a la pandemia está ocurriendo en muchos países, no solo en Indonesia», afirma Kriti Sharma, responsable de la discapacidad en la organización Human Rights Watch (HRW).
«Es una practica ampliamente extendida, brutal y no es un secreto para nadie», agregó.
En un informe publicado el martes, antes del Día Mundial de la Salud Mental el sábado, la oenegé cuenta por cientos de miles las personas con trastornos mentales –incluidos niños de 10 años– encadenados o encerrados en unos 60 países.
El Ministerio de Salud indonesio dice haber registrado más de 6.000 casos de personas encerradas o encadenadas por trastornos mentales en el primer semestre, un millar más que en todo 2019.
«Esta cifra podría duplicarse si la pandemia continúa», subrayó Siti Khalimah, directora de Asuntos de la Salud Mental del Ministerio.
Por otra parte, no es más que «la punta del iceberg», considera ya que muchos casos no se denuncian por vergüenza o miedo a un rechazo social.
– Más acceso a los cuidados –
Los servicios de salud mental fueron duramente golpeados por las restricciones debidas al coronavirus, con muchos pacientes imposibilitados de ir a las clínicas, y visitantes médicos incapaces de desplazarse.
El caso de Sodikin, de 34 años, es esclarecedor: había recuperado la libertad en 2016 después de haber pasado más de ocho años encadenado a Cianjur, en la región de Java Occidental.
Hizo progresos asombrosos y trabajaba en 2018 en una fábrica textil, trayendo ingresos a su familia.
Pero ahora está encadenado de nuevo debido a las restricciones que le han cortado el acceso a los medicamentos y a los servicios locales de salud mental.
«Se ha vuelto violento debido a la falta de medicamentos», explicó su hermano mayor Mutafa a la AFP.
«Por eso lo encerraron de nuevo. No teníamos dinero para suministrarle buenos medicamentos».
Unos miles de kilómetros más lejos, en la provincia de Aceh (Sumatra), Rabiah explica que no tuvo otra opción que encadenar a su sobrino en la cocina.
«La situación es difícil para nosotros aquí, pero me preocupo sinceramente de él, como es huérfano», dijo la mujer de 58 años.
«No espero nada a cambio por hacer esto, me encomiendo a Dios», manifestó.