Irene Iborra, premiada en Annecy y pionera del ‘stop motion’ con un filme sobre desahucios

Nerea González

París, 29 jun (EFE).- La directora Irene Iborra se enamoró de la animación ‘stop motion’ trabajando en un cine en Francia y, años después, ha hecho historia al convertirse en la primera mujer española en firmar un largo en esa técnica con ‘Olivia y el terremoto invisible’, premiada en el prestigioso Festival de Annecy.

«El hecho de explicar historias a través de los materiales me parece una cosa preciosa», detalla en una entrevista con EFE Iborra, nacida en Alicante en 1976 y afincada en Barcelona.

Su hito como primera española en dirigir un largometraje en ‘stop motion’ -que consiste en simular el movimiento de objetos, como muñecos o figuras de plastilina, mediante la toma sucesiva de imágenes fijas- Iborra lo atribuye a que, al requerir más dinero que un corto, un sistema aún «un poco heteropatriarcal» desconfía más de las a realizadoras.

Menciona, no obstante, a otras mujeres del sector que también trabajan con esta técnica en España, como Isabel Herguera o Anna Solanas.

Iborra, que también es guionista, hasta ahora solo había dirigido cortometrajes porque las historias que había querido contar encajaban mejor con ese formato breve.

Pero eso cambió cuando leyó «La película de la vida» (El Barco de Vapor), un libro infantil escrito por su amiga y antigua profesora de guión Maite Carranza, inspirado en los catastróficos efectos de la crisis global del 2008 y del estallido de la burbuja inmobiliaria en España.

«Me pareció que hacer una película -rememora- podía ser un altavoz más para la situación que describe la novela, de pobreza infantil, y ayudar a desestigmatizar».

Su ‘Olivia y el terremoto invisible’ es la adaptación cinematográfica de esa lectura y cuenta la historia de una niña de 12 años (Olivia) que ve cómo su vida se viene abajo cuando desahucian a su familia.

Sin otra alternativa, con su hermano pequeño, Tim, y con su madre, Ingrid (a la que pone voz Emma Suárez en la versión en castellano), ocupan un apartamento vacío en un barrio periférico con la ayuda de una asociación.

Allí encontrarán una comunidad que les ayudará, en especial una familia de inmigrantes de Gambia, mientras Olivia trata de ahorrarle a su hermano el trauma y el miedo por lo que están viviendo al contarle que, en realidad, lo que están viviendo es parte de una película.

«En realidad, esta película no va de desahucios, los desahucios son los detonantes, son obstáculos (…) La película va sobre cómo la comunidad te salva y cómo nosotros nos salvamos a nosotros mismos cambiando el punto de vista sobre lo que nos sucede», describe Iborra.

Dialogar con los niños sobre temas complicados

Para ella es necesario no evitar a los niños estos aspectos complicados de la vida, dice, ya que tienen que entender «que la vida tiene sus luces y sus sombras», y también que siempre hay alguien o incluso una comunidad entera en la que apoyarse.

De lo contrario, precisa, «cuando se hagan mayores y tengan que salir de la burbuja, se encontrarán con una cosa que no saben gestionar». Hay que hacerlo con «sus códigos», matiza, para tampoco asustarlos y que vayan entendiendo poco a poco.

Así lo piensa también como madre de una niña que tenía 6 años (ahora 12) cuando empezó este proyecto: «Era muy interesante poder hablar con ella de estos temas y la película era una manera de abrir este diálogo».

El filme no se llevó el prestigioso Cristal del Festival Annecy, al que optaba junto a otras 11 cintas internacionales en el certamen de animación más grande del mundo, pero esta coproducción entre España, Chile, Francia, Bélgica y Suiza sí logró el premio que entrega la Fundación Gan a la Distribución.

Está dotado con 20.000 euros que se entregan al distribuidor francés del filme, KMBO, y fue elegida por su capacidad de tratar «de forma luminosa temas difíciles», así como por invitar a mirar hacia «la suerte de las personas dejadas de lado por la sociedad».

«La guinda encima del pastel», afirma Iborra sobre el galardón, y sobre su paso por la pintoresca villa al pie de los Alpes destaca, en especial, el cariño abrumador con el que fue recibida la película, de la que llegaron incluso a decirle que era como «un abrazo». EFE

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