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Israel, potencia nuclear encubierta y bestia negra del pacto nuclear con Irán

Joan Mas Autonell

Jerusalén, 19 sep (EFE).- Israel, enemigo de Irán y considerado el único país con armas nucleares de Oriente Medio, ha intensificado estos meses su feroz campaña en contra del pacto nuclear entre Teherán y potencias mundiales, mientras mantiene opacidad sobre su propio arsenal atómico.

Según diversas fuentes, el Estado judío desarrolló armamento nuclear de forma encubierta hace más de 50 años. Hasta ahora no admite ni niega su posesión y es el único país del mundo que no lo reconoce abiertamente; pero es un secreto a voces que es un Estado nuclear, y como tal figura en los listados de instituciones de investigación atómica.

Desde hace décadas ha habido filtraciones, pesquisas, artículos periodísticos o trabajos académicos que lo atestiguan, pero Israel mantiene secretismo máximo sobre el asunto.

«Está muy claro que Israel es un Estado con armas nucleares, no hay duda sobre ello», dice a Efe Avner Cohen, historiador israelí y autor de libros como «Israel y la bomba» o «El Secreto peor guardado: el pacto de Israel con la bomba».

TEMA TABÚ

Se trata de un tema que tabú, pero la falta de información y rendición de cuentas se contradice con los valores democráticos a los Israel afirma apoyarse. Aún así, ante la tensión actual con Teherán, Cohen apuesta por que Israel mantenga su postura discreta sobre su arsenal nuclear.

«No creo que un cambio en esta política sea prudente a corto plazo. Aún así, a largo plazo, y dejando de lado la cuestión iraní, sí querría más transparencia por parte israelí», asegura el docente.

Israel poseería actualmente unas 90 ojivas nucleares, estima el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, que lo coloca en su lista de fuerzas nucleares mundiales junto a EE. UU., Rusia, Reino Unido, Francia, China, India, Pakistán y Corea del Norte. Es además uno de los pocos países del mundo que no firmó el Tratado de No Proliferación de Armas Atómicas (TNP).

Según expertos, el Estado judío mantiene esta política nuclear para preservar sus intereses de seguridad y evitar más inestabilidad en Oriente Medio, donde busca retener su superioridad militar ante el resto de países y enemigos declarados como Irán.

La opacidad sobre el tema nuclear también interesa a potencias como EE. UU. e instituciones internacionales, que pese a ser conocedoras de ello, prefieren que se mantenga en secreto.

REACTOR DE DIMONA

Esto llega a tal nivel «que la población ni se pregunta si el reactor de Dimona es peligroso para Israel», denuncia a Efe Sharon Dolev, directora de la Organización del Tratado de Oriente Medio, que pide a Israel más transparencia y sobre el tema.

Dimona es una instalación israelí en el desierto del Néguev, formalmente un centro de investigación en ciencia atómica. Está en una zona remota, vigilada y vallada en todo su perímetro. Los aviones tampoco pueden volar sobre su espacio aéreo.

El Estado judío comenzó su proyecto nuclear ahí, donde habría fabricado su primer arsenal en torno a 1967, y ese es el lugar donde guardaría hasta hoy al menos parte de su armamento, según analistas.

En los años cincuenta, el entonces primer ministro y fundador del Estado, David Ben Gurión, decidió que Israel debía obtener la bomba ante el temor a un ataque conjunto de países árabes.

El reactor se comenzó a alzar en 1958, con apoyo francés y «bajo el más profundo secreto», para evitar que los árabes se enteraran y que EE. UU. lo frenara, relata el historiador Avi Shlaim en su libro «El Muro de Hierro. Israel y el mundo árabe».

Mientras Israel engrosaba su arsenal atómico, su estrategia desde hace décadas ha sido evitar que otros países «enemigos» obtuvieran el arma nuclear, como ahora está haciendo con Irán. En 1981, su aviación destrozó un reactor en Irak que consideraba una amenaza ; y en 2007 penetró en Siria para destruir un reactor donde el régimen de Bachar al Asad preparaba un arma nuclear de plutonio.

CAMPAÑA CONTRA IRÁN

En los últimos años este tipo de acciones se concentran contra Irán, desde sabotajes a sus centrales nucleares hasta asesinatos a científicos atribuidos a los servicios de inteligencia israelíes. Israel no admite ni niega estar detrás de ello, en una calculada política de ambigüedad hacia Teherán.

A esto se suma su intensa campaña diplomática ante las potencias mundiales (Alemania, Francia, Reino Unido, Rusia, China y EE. UU.) para evitar el restablecimiento del pacto nuclear con Irán de 2015, del que el expresidente estadounidense Donald Trump se retiró en 2018.

La presión israelí escaló estas semanas al acercarse la firma de un compromiso tras 16 meses de negociaciones, aunque la posibilidad de un acuerdo se ha vuelto a alejar por desacuerdos en temas clave.

Israel presionó especialmente a la Administración demócrata de Joe Biden, y altos cargos israelíes como el titular de Defensa, Benny Gantz, o el jefe del Mosad, David Barnea, estuvieron en Washington la semana pasada para imponer su postura y compartir información confidencial.

Tras muchas reuniones, Israel asevera que su intervención contribuyó a frenar este «mal acuerdo» e insiste en que se reserva el derecho a actuar por su cuenta contra «la amenaza nuclear iraní», incluida la vía militar.

«Si Irán continúa retándonos, descubrirá el largo brazo y las capacidades de Israel», avisó el primer ministro en funciones israelí, Yair Lapid. EFE

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