La amapola real florece de nuevo en Afganistán
En una explotación agrícola de Lashkar Gah, la capital de la provincia de Helmand, bajo control del gobierno, los pétalos blancos de las flores de la adormidera o amapola real ondean suavemente agitados por la brisa, señal de que el lucrativo negocio del opio perdura en Afganistán.
Unos obreros agrícolas trazan ranuras en los bulbos de las plantas, de donde exuda un látex blanco y lechoso, que vendrán a recuperar horas más tarde, una vez que la sustancia, el opio, se haya secado
Uno de ellos, Mohamad Ghous, admite saber que su trabajo es «nocivo». «Pero no tenemos otro medio para ganar dinero. Es el único ingreso para nosotros» afirma a la AFP.
Pese a los miles de millones de dólares gastados desde hace años por la comunidad internacional para erradicar la amapola, Afganistán sigue produciendo el 90% del opio mundial. Centenares de miles de empleos dependen de esta actividad.
Los agricultores cultivan la adormidera en total impunidad, ya que talibanes y representantes del gobierno se aprovechan a menudo de este lucrativo negocio.
La mayor parte de la producción se genera en el sur, controlado en gran parte por los insurgentes, y donde las fuerzas de seguridad gubernamentales pierden progresivamente posiciones.
«El gobierno destruía los campos de amapola los años anteriores. Pero este año, debido a la guerra, no ha podido hacerlo», relata Gul Mohamad, un cultivador.
Los talibanes se benefician desde hace tiempo de la adormidera al imponer tasas a los agricultores y a los traficantes, y al explotar sus propios centros de fabricación de droga, que transforman el opio bruto en heroína, y es luego exportada.
«A los talibanes les da igual, lo que quieren es tener su parte» de los beneficios, explica Gul Mohammad.
La producción afgana de opio ha sufrido el año pasado un intensa sequía que devastó algunos campos y redujo las zonas de cultivo.
Según la ONU, la producción potencial de opio cayó un 29% en 2018 respecto al año anterior, debido a la falta de precipitaciones.
Pero este año, los agricultores constatan una mejora de sus cosechas gracias a las fuertes lluvias caídas en varias regiones del país.
Pese a una caída de los precios estos últimos años, debido a una oferta excesiva, la falta de cultivos de reemplazo ha hecho que muchos agricultores afganos dependan del cultivo de la adormidera.
«Desde hace 20 años cultivamos la amapola» declaró Abdul Hadi, otro agricultor. «Es menos cansado, nos da mucho dinero y es menos exigente que cultivar maíz o trigo» afirma.
Los donantes internacionales han intentado alentar a los agricultores afganos a especializarse en otros cultivos, en especial el del azafrán.
El año pasado las superficies dedicadas al azafrán, llamado «oro rojo», seguían siendo sin embargo 40 veces inferiores a las destinadas a la adormidera.