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La saga del «portaaviones fantasma» brasileño que nadie quiere

Alba Santandreu

Sao Paulo, 10 nov (EFE).- Brasil no sabe qué hacer con su mayor buque militar. El portaaviones «Sao Paulo» fue vendido como chatarra a Turquía, pero su traslado fue vetado debido a sospechas de toxicidad de sus materiales.

Después de tres meses de idas y vueltas por el Atlántico, el destino de este antiguo buque de guerra francés, comprado por Brasil en 2001, sigue en el limbo después de que la Justicia brasileña impidió su atraque en un puerto del estado de Pernambuco.

El periplo del portaaviones comenzó en agosto, cuando fue vendido a un astillero turco especializado en el desguace de embarcaciones por unos 2 millones de dólares. Pero nunca llegó a su puerto de destino debido a un impás internacional.

El navío, que partió de Río de Janeiro, fue impedido de atravesar el estrecho de Gibraltar después de que el Ministerio de Medioambiente de Turquía vetó la autorización para su importación, en medio de las denuncias por su posible alta concentración de amianto, una sustancia reconocida como cancerígena.

Desde entonces, el «Sao Paulo» -el segundo y último portaaviones de la flota de la Marina de Brasil- vaga por el océano Atlántico, ante la negativa de los puertos de recibirlo.

Según un comunicado de la Justicia Federal en Pernambuco, se calcula que el barco posee alrededor de 10 toneladas de amianto y se sospecha que pudiera estar contaminado con residuos tóxicos y radioactivos.

La Marina brasileña, sin embargo, comunicó el pasado martes al Gobierno de Pernambuco, en el noreste de Brasil, una orden para permitir el atraque.

La decisión hizo saltar las alarmas y, a pedido de la Procuraduría General de Pernambuco y del Complejo Industrial del Puerto de Suape, la Justicia ordenó la víspera la suspensión inmediata de la orden.

Así que la antigua embarcación de guerra, de 266 metros de eslora, capacidad para albergar 1.300 tripulantes y transportar 30 cazabombarderos, se quedó frente las costas de Pernambuco, por donde deambula desde inicios de octubre, según datos de seguimiento publicados por Greenpeace.

De acuerdo con la decisión publicada este jueves, el juez Ubiratan de Couto Maurício también determinó que, en caso de que la embarcación llegue a atracar, será necesario «promover su inmediata retirada» por parte de la Marina, que debería hacerse responsable de «todos los costes y riesgos inherentes».

Construido en Francia en 1963, el «Sao Paulo» sirvió al país europeo bajo el nombre de «Foch» durante 37 años, tiempo en el que sirvió en la guerra civil del Líbano, la guerra del Golfo, en Bosnia o Kosovo. Bajo la bandera francesa recorrió 1,8 millones de kilómetros, el equivalente a 46 vueltas a la Tierra.

La Marina brasileña lo compró por 12 millones de dólares y lo incorporó a su flota en 2001 hasta que lo desactivó en 2017.

En ese periodo, sufrió diversos problemas técnicos y algunos accidentes, entre ellos dos incendios con víctimas, que lo obligaron a estar más tiempo atracado en el puerto que en operaciones.

Según datos de la Marina, el Sao Paulo solo permaneció 206 días en alta mar, periodo en el que navegó 85.334 kilómetros y sirvió de base para 566 despegues de aviones. EFE

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