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El descenso a los infiernos de los Hermanos Musulmanes en Egipto

Un seguidor de los Hermanos Musulmanes el 14 de agosto de 2013 durante enfrentamientos con la policía en El Cairo, Egipto afp_tickers

Una década después de la revuelta popular que propulsó a los Hermanos Musulmanes al frente de Egipto, el movimiento islamista, totalmente reprimido, está más aislado que nunca, según los expertos.

Aún así, pocos observadores restan importancia a este movimiento sunita, de cien años de antigüedad, que ha dado lugar a múltiples ramificaciones y ha generado tensiones entre importantes potencias regionales.

«No creo que la organización haya tocado fin», declaró Mustafa Kamel al Sayed, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de El Cairo, haciendo hincapié en su base de seguidores, que le siguen siendo fieles.

«Pero les es difícil hacer apariciones públicas en Egipto bajo el régimen actual», explicó.

El movimiento, durante mucho tiempo marginado en la política egipcia, emergió como una fuerza relevante tras las manifestaciones masivas de 2011, que desembocaron en el derrocamiento del autócrata Hosni Mubarak.

Fue cosechando victorias electorales, que propulsaron a su aliado, el partido Libertad y Justicia, al Parlamento y a su candidato, Mohamed Mursi, a la presidencia.

El corto mandato de Mursi terminó con el golpe de 2013 de Abdel Fatah al Sisi, el comandante en jefe del ejército, que se convirtió en el siguiente presidente de Egipto.

Al Sisi clasificó a la cofradía de los Hermanos Musulmanes como organización terrorista y desde que llegó al poder ha gobernado el país con mano dura, atajando cualquier forma de oposición o de disidencia.

En la redada que siguió al derrocamiento de Mursi, las fuerzas de seguridad dispersaron violentamente una sentada en su apoyo, dejando unos 800 fallecidos.

La organización Human Rights Watch tildó la operación policial de «masacre» y afirmó que se trataba de una «de las mayores matanzas de manifestantes del mundo en un solo día de la historia reciente».

Los responsables veteranos de la cofradía y miles de militantes de la misma fueron encarcelados o huyeron a Catar y Turquía, dos países que respaldaron al gobierno de Mursi.

Los aliados de Egipto en el Golfo, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, en cambio, también clasificaron a la cofradía de los Hermanos Musulmanes como grupo terrorista, lo que ahondó la brecha diplomática entre Ankara y Doha.

– «Batalla existencial» –

La cofradía, tras su fugaz y turbulento mandato, ha registrado una «perturbación sin precedentes a todos los niveles», señaló el politólogo Kamal Habib.

«La relación del régimen actual con la organización se ha convertido en una batalla existencial. Ya no es una mera disputa política», apuntó.

Para el experto, el año en el que la cofradía estuvo en el poder «empañó su imagen» y puso en evidencia su «incapacidad de gobernar».

«Su herencia antigua ya no encaja con la generación moderna», estimó.

Por su parte, el investigador libanés especializado en Oriente Medio, Hadi Wahab, destacó que durante su breve mandato, los Hermanos Musulmanes tampoco fueron «capaces de presentar un proyecto económico o político alternativo».

Tras la caída de Mursi, se han incrementado los ataques en Egipto contra miembros de las fuerzas de seguridad, personalidades y turistas.

Las autoridades han acusado a los Hermanos Musulmanes de atizar la violencia, algo que la cofradía ha negado.

La zona más inestable es la provincia del Sinaí Norte, donde opera un grupo afiliado a la organización yihadista Estado Islámico.

En otras partes de Egipto, otros grupos más pequeños y menos conocidos llevan a cabo ataques de vez en cuando.

El año pasado, Al Sisi dijo que no «se reconciliaría con quienes quieren destruir mi país y herir a mi pueblo y mis hijos» y acusó a los milicianos de no tener «conciencia, humanidad ni religión».

Tras la victoria de Joe Biden en las últimas presidenciales de Estados Unidos, la cofradía instó a Washington a «revisar la política de apoyo a las dictaduras».

Los analistas, sin embargo, no creen que Biden vaya a dar un cambio en la política de Washington respecto a Egipto.

Según Habib, el presidente demócrata quizá busque «mejorar la situación de los Derechos Humanos» pero «no la vuelta de los Hermanos Musulmanes».

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