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SWISSCOY: Más mujeres para la paz

En las misiones internacionales de paz, las mujeres siguen siendo una minoría. No obstante, la misión SWISSCOY en el Kosovo demuestra la relevancia que puede tener la aportación femenina.

Iris Probst, de 29 años de edad, nos viene al encuentro con una sonrisa radiante. La entrevistamos en una pausa que hace entre un ejercicio de protección contra incendios, una secuencia sobre el comportamiento en situaciones de crisis y una clase de deporte. Su ropa y su pelo aún desprenden el olor a combustión cuando la joven grisona se presenta con talante militar. Hasta hace poco ha estado trabajando como periodista, pero ahora quiere aprender más sobre la seguridad y la paz, declara ante los micrófonos de SWI swissinfo.ch. Ya durante su carrera se había interesado por el tema de la seguridad y la prevención de conflictos. “Creo que me gustaría trabajar en este campo después de mi misión”, dice.

El ciclo de cursos que ahora está llevando a cabo forma parte de una formación de tres meses dirigida a las misiones y que organiza SWISSINT, el centro de competencia del Ejército suizo para la promoción de la paz internacional en Stans-Oberdorf, en el cantón de Bajo Unterwald. Una vez terminada la formación, Probst será enviada al Kosovo para representar la misión SWISSCOY como oficial suplente de prensa e información durante un período de seis meses.

Aumenta la cuota femenina

Probst no es un caso excepcional en Stans-Oberdorf. Es una de las 27 mujeres que dentro de poco van a trabajar para SWISSCOY en el Kosovo. La participación de las mujeres en la tropa pacificadora se ha incrementado progresivamente en los últimos años. En 2020, 60 mujeres se inscribieron para una misión en el Kosovo. Esa cifra ya se elevó a casi 70 en septiembre de este año.

El contingente SWISSCOY se compone de un máximo de 195 voluntarios, que durante seis meses se comprometen a contribuir al mantenimiento de la paz y la estabilidad en el Kosovo. Las biografías de estos voluntarios son tan dispares como sus motivaciones, afirma André Stirnimann, teniente coronel del Estado Mayor. Stirnimann es jefe de instrucción en el centro de formación SWISSINT y, por lo tanto, asume la responsabilidad para la preparación de reclutas como Probst y sus futuros camaradas a la misión SWISSCOY y otras misiones de paz suizas en el mundo. “En ningún cuerpo del Ejército hay tanta diversidad como en SWISSCOY”, asegura Stirnimann. “Reunimos aquí a personas con proyectos vitales, edades y valores distintos que proceden de diferentes campos profesionales y regiones lingüísticas; además, reunimos a gente de ambos sexos.”

“Hace 50 años era impensable que la enseñanza o la medicina se convertiera en un dominio profesional de mujeres; hoy, sin embargo, es el caso.” André Stirnimann, SWISSINT

Desde hace algún tiempo, la perspectiva de género, evocada por Stirnimann, constituye un objetivo que todo el Departamento de Defensa se ha propuesto alcanzar. Bajo el lema “Un Ejército suizo para todos”, el Ejército pretende fomentar la diversidad en distintos ámbitos como el género, la identidad y la orientación sexual, la religión, la lengua, la pertenencia étnica y cultural o la discapacidad. En los últimos tiempos, se ha conseguido aumentar progresivamente el porcentaje de las mujeres en las escuelas de reclutas. En el reclutamiento del verano pasado, la cuota se situó en torno al cuatro por ciento, cuadros incluidos.

Además, Suiza aúna sus esfuerzos para atribuir a las mujeres un papel más activo en los dominios de la prevención de conflictos y los procesos de paz, así como en la reconstrucción y la reconciliación una vez que los conflictos hayan terminado. Suiza ha reafirmado este compromiso con su plan de acción nacional para el cumplimiento de la resolución 1325 de la ONU “Mujeres, paz y seguridad”.


Swissint es el centro de competencia del Ejército suizo para misiones internacionales y envía a 280 oficiales, suboficiales, soldados y civiles en más de una docena de operaciones en Europa, África y Asia. 

SWISSCOY, una misión de apoyo a la Fuerza Internacional de Seguridad en Kosovo (KFOR) que sigue operando desde 1999, se ha convertido en un símbolo de todas las misiones suizas en el exterior. Por aquel entonces, una resolución del Consejo Federal había permitido por primera vez que Suiza pudiera enviar efectivos propios a unas tropas pacificadoras multinacionales bajo el mandato de la ONU.

SWISSCOY se compone de un máximo de 195 efectivos del Ejército que se ocupan de distintas tareas como efectivos en los llamados equipos de “enlace y monitorización”, en la sección de pioneros, en la policía militar, en la eliminación de medios de combate, en el destacamento de transportes aéreos, en el suministro de apoyo o como oficiales en el Estado Mayor. El presupuesto de SWISSCOY para el año 2022 se eleva a 40 925 millones de francos.

La Fuerza KFOR englobaba en enero de 2022 a cerca de 3800 soldados de 28 naciones (tanto miembros como no miembros de la OTAN).  Las misiones de la KFOR son: el establecimiento y mantenimiento de un entorno seguro en el Kosovo, la supervisión del desarrollo de Kosovo y el apoyo a los esfuerzos humanitarios internacionales y a las fuerzas civiles.

De forma individual o en equipos pequeños, los efectivos del Ejército suizo también intervienen en misiones en otros países como observadores militares, oficiales superiores y expertos de desminado bajo el mandato de Naciones Unidas (ONU), de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) o de la Fuerza Europea (EUFOR).

Las mujeres son una necesidad operacional

A día de hoy, este objetivo aún no se ha logrado, reconoce Stirnimann, que subraya que las mujeres están todavía muy infrarrepresentadas en la prevención de conflictos y la promoción de la paz. Y eso a pesar de que ya se sabe que los equipos mixtos consiguen mejores resultados y que las mujeres son imprescindibles en las misiones de paz, insiste Stirnimann. “Excluimos a una parte importante de la población si enviamos a una tropa constituida exclusivamente por hombres para realizar una misión militar que opera en contacto permanente con la población civil local.”

También desde el punto de vista cultural es, en algunos casos, una necesidad recurrir a mujeres en misiones de paz, incide. “En algunos países solo se permite que las mujeres hablen con mujeres”, dice Stirnimann, que en el fondo se muestra optimista de cara al futuro en lo que a la igualdad de género se refiere: “Hace 50 años era impensable que la enseñanza o la medicina se convirtiera en un dominio profesional de las mujeres; hoy, sin embargo, es el caso.”

En este sentido, también la soldado Probst es optimista: “Sin duda, todo esto es un mundo nuevo para mí. Necesito tiempo para adaptarme a la vida en el ejército, aunque solo sea por toda la terminología militar que yo desconocía y que aquí se usa constantemente.” No obstante, no se siente para nada discriminada en comparación con los hombres o con las mujeres que se han formado en la escuela de reclutas.

¿Quién se adapta a quién?

Durante el almuerzo con Probst en la cantina, llama la atención que hay muchos hombres que están sirviendo a mujeres en uniformes. No obstante, esta imagen no debe hacernos olvidar que para muchas mujeres sigue siendo casi imposible compaginar estas misiones con sus obligaciones familiares. ¿Cómo quiere conseguir el Departamento de Defensa que las misiones de paz sean más atractivas para las mujeres? ¿Cómo quiere promover la conciliación de la vida familiar con la actividad profesional? ¿Deben adaptarse las mujeres al ejército o se adaptará el ejército a las mujeres?

“Obviamente, intentamos que en la promoción de la paz las condiciones sean iguales para todos, tanto para los hombres como para las mujeres”, afirma Stirnimann, y añade: “Si bien es cierto que no podemos permitirnos dispensar un trato de favor a un grupo determinado, nos esforzamos mucho para aumentar el porcentaje de las mujeres a través de nuestra comunicación y con el empeño de la ministra de Defensa Viola Amherd.”

Este compromiso no solamente se extiende al fomento de la paz en Suiza, sino también al ejército de milicias, añade Stirnimann, sin mencionar medidas concretas. “Creo que son muy buenos los puestos que ofrecemos en estas misiones internacionales, tanto para los hombres como para las mujeres que quieren hacer nuevas experiencias.” Incluso las madres se apuntan al servicio militar, certifica el jefe de instrucción. “La conciliación de la vida familiar con el trabajo es una cuestión que, sin duda, supone un reto en cualquier campo profesional. Pero estamos analizando las experiencias de otros países y hacemos progresos también en este ámbito.”

Ejercicios para mejorar la autoconfianza

Las futuras pacificadoras deben superar su temor al inferior rendimiento físico en comparación con sus colegas masculinos. Para ello existen en el curso formativo ejercicios que proponen, por ejemplo, a una mujer menuda la tarea de liberar de un coche a un colega con el doble peso corporal: “Pero ¿cómo se puede conseguir esto?”, pregunta la formadora de manera retórica, antes de demostrar, acto seguido, cuál es la técnica adecuada que se debe aplicar para lograrlo.

“Después de tres meses de formación, casi no observamos ninguna diferencia entre las mujeres que se han formado en la escuela de reclutas y aquellas que solo han realizado la formación básica militar dirigida a las misiones”, afirma Stirnimann. Probst, por su parte, temió al principio que los hombres no la iban a aceptar. Pero este temor se disipó enseguida. Gracias al compañerismo y al ambiente cordial se siente aceptada. Y así, al despedirnos de ella por la tarde, la futura efectiva de SWISSCOY sigue con la misma sonrisa radiante, a pesar de los agotadores ejercicios preparativos para las misiones dirigidas a resolver crisis y prevenir riesgos en el exterior.

Dejamos el lugar de formación, destinado a incorporar a las mujeres para llevar la paz al mundo, y acudimos a la invitación para ir a visitar el campamento de SWISSCOY en el Kosovo y ver sobre el terreno cómo se está desarrollando realmente la misión de Probst y sus colegas. Además, pretendemos comprobar qué influencia tiene esta estrategia de paz suiza en la realidad de este país afectado por las tensiones que últimamente se han vuelto a intensificar.  

El Kosovo, hoy poblado casi exclusivamente por albaneses, formaba parte del Estado serbio hasta 1999. Después del estallido de la guerra de Kosovo en 1998, la OTAN forzó con ataques aéreos la retirada de las tropas serbias. De 1999 a 2008, la provincia estuvo bajo la administración UNMIK de la ONU. Más de 100 países, entre ellos Suiza, reconocen la independencia del Kosovo. Otros países, como Rusia, China y cinco Estados de la UE (Chipre, Eslovaquia, España, Grecia y Rumanía), no lo han reconocido hasta el día de hoy. Es por esta razón que el Kosovo no puede ingresar en la ONU como Estado miembro.

El temor a una nueva escalada de la violencia en el Kosovo ha aumentado debido a la invasión rusa en Ucrania y al recrudecimiento de las tensiones entre Rusia y la OTAN, también por la situación de competencia que se ha agudizado en los Balcanes entre la influencia rusa y occidental. 

Editado por Marc Leutenegger

Adaptado del alemán al español por Antonio Suárez

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